E
Emily Sánchez
Guest
Los trajes típicos de Panamá no nacieron de la noche a la mañana. Detrás de cada bordado, cada vuelo y cada cinta hay una historia que se remonta varios siglos atrás.
La famosa pollera, hoy protagonista de desfiles y festivales, tiene sus raíces en los siglos XVI y XVII, cuando en España las mujeres usaban vestidos amplios y trabajados como parte de su atuendo diario. Con la colonización, estas piezas cruzaron el océano y llegaron al istmo, donde empezaron a transformarse.
Aquí, en pleno trópico, las poblaciones mestizas, negras e indígenas tomaron ese modelo europeo y lo adaptaron a su realidad.
Los materiales cambiaron, los colores se ajustaron al clima y los detalles comenzaron a adquirir un sello propio. Lo que comenzó como ropa de trabajo y de uso cotidiano terminó evolucionando hasta convertirse en uno de los símbolos culturales más importantes del país.
Con el tiempo, la pollera dejó de ser una prenda sencilla para convertirse en una obra elaborada con bordados finos, técnicas tradicionales y detalles que varían según la región. Cada estilo cuenta una parte de la historia panameña y refleja la mezcla de culturas que dio forma al país.
El traje típico no es solo cosa de mujeres. El atuendo masculino también tiene un lugar en esta tradición.
La cotona, sencilla y práctica, acompañó por generaciones al panameño común y hoy forma parte del folclore que se presenta en ferias, tarimas y festivales.
Su presencia recuerda cómo vestía el hombre de campo y cómo esa imagen quedó ligada a la identidad nacional.
Pollera y cotona, dos prendas nacidas de la mezcla cultural y que se mantienen vivas gracias a quienes las confeccionan, las preservan y las lucen con orgullo.
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La famosa pollera, hoy protagonista de desfiles y festivales, tiene sus raíces en los siglos XVI y XVII, cuando en España las mujeres usaban vestidos amplios y trabajados como parte de su atuendo diario. Con la colonización, estas piezas cruzaron el océano y llegaron al istmo, donde empezaron a transformarse.
Aquí, en pleno trópico, las poblaciones mestizas, negras e indígenas tomaron ese modelo europeo y lo adaptaron a su realidad.
Los materiales cambiaron, los colores se ajustaron al clima y los detalles comenzaron a adquirir un sello propio. Lo que comenzó como ropa de trabajo y de uso cotidiano terminó evolucionando hasta convertirse en uno de los símbolos culturales más importantes del país.
Con el tiempo, la pollera dejó de ser una prenda sencilla para convertirse en una obra elaborada con bordados finos, técnicas tradicionales y detalles que varían según la región. Cada estilo cuenta una parte de la historia panameña y refleja la mezcla de culturas que dio forma al país.
El traje típico no es solo cosa de mujeres. El atuendo masculino también tiene un lugar en esta tradición.
La cotona, sencilla y práctica, acompañó por generaciones al panameño común y hoy forma parte del folclore que se presenta en ferias, tarimas y festivales.
Su presencia recuerda cómo vestía el hombre de campo y cómo esa imagen quedó ligada a la identidad nacional.
Pollera y cotona, dos prendas nacidas de la mezcla cultural y que se mantienen vivas gracias a quienes las confeccionan, las preservan y las lucen con orgullo.
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