Más de 200 jinetes realizaron la Cabalgata de la Fe en Caacupé

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Faustina Agüero

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Desde muy temprano el Kurusu peregrino, Caacupé se llenó de la emoción que cada jinete traía consigo. No era un simple recorrido: era una manifestación de fe profundamente arraigada en la identidad paraguaya. Familias enteras, grupos de amigos y promeseros de distintos puntos del país compartieron un mismo objetivo: llegar ante la Virgencita para dar gracias y elevar nuevas peticiones.

Delfín Guimarães,
presidente de la Asociación de Jinetes del Paraguay, quien encabezó esta cabalgata describió con alegría lo que significa para ellos mantener viva esta expresión espiritual y cultural.

“Acá la naturaleza se une con la tradición y con ese sentimiento materno hacia la Virgencita. Esto lo hacemos por un país mejor y para agradecer los favores recibidos. En este camino no existen colores ni partidos; lo que hay es fe, comunidad, familia y trabajo”, expresó.

Afirmó que muchas veces, detrás de cada silla de montar, hay historias de sacrificio, promesas cumplidas y luchas silenciosas. “Si queremos jóvenes comprometidos, debemos apostar a la educación y a los valores. Necesitamos líderes que amen su hogar, su comunidad. Esa es la base de un Paraguay más fuerte”, agregó.

Entre las participantes también estuvo Emi Acosta, de Arroyos y Esteros, quien desde hace años mantiene su promesa de llegar cada diciembre montando a caballo. Para ella, el recorrido no es solo tradición, sino un acto profundo de agradecimiento.

“La Virgencita siempre nos acompaña. Vengo a pedir por mi familia, por salud y por trabajo. Pero también vengo a dar gracias, porque cada año recibimos bendiciones. Esta es mi manera de retribuir”, contó. Aseguró que la emoción de llegar a la Basílica no se compara con nada: “Es un abrazo al alma”.

Los jinetes avanzaron entre oraciones y gratitud.
La fe unió a jinetes de todo el país en su homenaje a la Virgen de Caacupé.

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Visitantes de San Diego, California​


La jornada también sorprendió a quienes viven la devoción desde afuera. Kim Snyder y John Revell, de San Diego, California, quedaron maravillados con el ambiente que encontraron en Caacupé. Ambos observaron atentamente la llegada de los caballos, los cantos, las oraciones y la unidad entre los participantes.

“Jamás vimos algo tan auténtico y tan lleno de fe. La religiosidad del pueblo paraguayo es impresionante”, expresó Snyder.

Revell agregó que esta experiencia les cambió la forma de ver la espiritualidad en Latinoamérica. “No es solo tradición: es una forma de vida. Es muy inspirador”, dijo.

A medida que los jinetes se acercaban a la Basílica, los peregrinos a pie los aplaudían, grababan videos y algunos incluso se emocionaron al ver a los promeseros cumplir un año más con su compromiso. El sonido del galope de los caballos, mezclado con las campanas del santuario y los rezos de los peregrinos, transmitió una paz que solo Caacupé puede ofrecer.

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