Nuestra pobre democracia

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Ramiro Rivera Molina

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En agosto de 2025, se cumplieron cuarenta y seis años de vida democrática a partir del denominado retorno en 1979. No tenemos una tradición ni una historia virtuosa en la cimentación de un sistema asentado en valores, reglas e instituciones. Nuestra democracia ha sido frágil, agitada, turbulenta, y aturdida. Sin caer en el desconsuelo; vivimos en una pobre democracia. Un intelectual respetado decía que esta expresión lleva a cierta confusión. Pero, las democracias infectadas se empobrecen y pueden arruinarse. Y éste, es nuestro caso.

Cuarenta y seis años de una magullada democracia, con una década de autoritarismo. La indeseada presencia del caudillaje clientelar, que centra la ilusión en las bondades y virtudes de quien encarna una promesa redentora, antes que en el acatamiento a las reglas y la confianza en las instituciones. El populismo y la alta personalización de la política es lo concurrente y persistente. Las condiciones culturales aparecen como hostiles para que logremos mejorar el sistema democrático. Siempre, entre la incertidumbre y la zozobra, las riñas y la inestabilidad.

Las cifras hablan de la penuria institucional: tres constituciones. Un presidente secuestrado. Tres presidentes derrocados por golpes de la calle, con el asentimiento de la fuerza militar. Tres asaltos a la justicia. Cuatro vicepresidentes de la República forzados a renunciar. Siete presidentes sometidos a procesos judiciales, dos de ellos con sentencias. Cuatro presidentes del parlamento destituidos. Durante nueve años (1996-2005), ocho gobiernos. Un gobierno y cuatro vicepresidentes (2017-2021). Diez eventos electorales en ocho años (2017-2025).

Incluyendo el Referéndum de enero de 1978, o sea el inicio del retorno, hemos tenido quince consultas populares. Una democracia refrendaria en términos de Giovanni Sartori, ensayos de democracia directa, que prescinde de la intermediación y la representación, lo que en expresión del politólogo italiano: «también son democracias amputadas y empobrecidas».

Cuarenta y seis años después del retorno, vivimos una pobre vida democrática, asediada por la política del amigo-enemigo. Sin capacidad de entendimiento. Entre presiones y bloqueos. Con élites sordas, irresponsables y enajenadas. Sin diálogos ni políticas de Estado. Y, ahora, para colmo, asediada por el crimen organizado y las mafias, empeñadas en controlar al Estado.

Una polarización, en la cual, uno de los bandos tiene más apego a la estructura criminal, la corrupción y la impunidad, que a la democracia. Cuando las reglas del juego se juegan mal, tiene actualidad la pregunta que hizo Sartori en su libro, ¿Qué es la democracia?: ¿Sabrá la democracia resistir a la democracia? No es exagerado afirmar que nuestra pobre democracia, siempre está en riesgo. Defenderla es un imperativo indubitable.

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