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Rodolfo Aliaga
Guest
No hay forma de disimularlo: el 2025 nos puso a prueba. No fue un año de descanso, sino una sucesión de sacudones, ajustes y caminos inciertos. Hacia el final apareció un rayo de esperanza, pero en el balance general sigue siendo un año marcado por la preocupación. Y, sin embargo, aquí estamos: planificando de nuevo, visionando de nuevo, negándonos a renunciar a la idea de un país que funcione.
Al conversar con personas de distintos ámbitos, se repite una sensación compartida, vivimos un momento extraño. Por un lado, una esperanza que nos mantiene de pie; por otro, la urgencia de dar vuelta dos décadas de inercias que desordenaron nuestra forma de relacionarnos con las instituciones, el trabajo, la política, incluso con nosotros mismos. Queremos una sociedad funcional, moderna, competitiva. La queremos con intensidad. Y la queremos ya. Queremos acelerar. Pero el tiempo, a pesar de todo, nos exige estrategia.
Lo invitamos a leer también: Encontrarse en el propósito
Hace poco alguien me dijo “paciencia no es inacción, es estrategia aplicada al tiempo” y lo creo firmemente. En contextos como el actual, la paciencia activa es la capacidad de aprovechar los períodos de aparente avance lento para leer los movimientos con precisión, identificar los puntos de entrada que empiezan a asomar y prepararse para cuando la ventana se abra. Requiere claridad, y la claridad nunca es pasiva, es esfuerzo concentrado.
Quizás por eso me resultó tan sugestivo que el color del año 2026, según Pantone, sea el “Cloud Dancer” (11-4201); un blanco suave, etéreo, casi aire, casi nube. Es la primera vez que un tono así se alza como Color del Año. No es un color que se imponga por estridencia, sino por quietud. No por ruido, sino por silencio. Ese blanco, para mí, encarna el tipo de liderazgo que necesitamos en 2026, una paciencia activa que exige serenidad; una pausa consciente que obliga a ordenar prioridades, revisar lo que funcionó, corregir lo que desgastó y tomar posición en medio de un país que reconfigura sus reglas de juego.
Liderar hoy, en cualquier espacio —una empresa, una institución, una familia— implica entender que ya no alcanza con “mantener el curso”. El 2026 nos va a pedir otra cosa, personas capaces de sostener la calma en la turbulencia, de escuchar más allá del ruido, de leer matices. Liderar será, sobre todo, hacerse cargo de que los tiempos no se esperan, se construyen. Supone profesionalizar la forma en que decidimos, asumir riesgos medidos, fortalecer la confianza y apostar por la colaboración en lugar de la sospecha permanente.
También exige leer con rigor lo que está ocurriendo alrededor; no podemos darnos el lujo de vivir en piloto automático mientras se redefinen reglas, expectativas y horizontes. El liderazgo que viene no es el del héroe solitario, sino el de quienes crean contextos donde otros pueden aportar. Ese blanco de “Cloud Dancer” no representa ingenuidad. Representa foco. Serenidad que permite distinguir lo que es ruido de lo que es oportunidad.
Una hoja en blanco siempre exige propósito. Y hoy ese propósito es nítido, reconstruir la confianza, modernizar nuestras prácticas, atrevernos a hacer las cosas de manera distinta sin perder lo esencial. Exigirnos coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Mantener una vigilancia madura sobre nuestro propio rol, no solo sobre “los de arriba”.
Tenemos, como sociedad y como individuos, una hoja en blanco delante. Es esperanzadora, desafiante e histórica. No se trata solo de esperar “lo bueno que viene”, sino de hacernos cargo de lo bueno que podemos crear.
Tal vez ese sea, en el fondo, el verdadero mensaje del “Cloud Dancer” un liderazgo sereno que no huye del conflicto, pero tampoco se deja arrastrar por él. Un liderazgo que respira hondo, mira lejos y entiende que, incluso en tiempos difíciles, siempre queda una hoja en blanco donde empezar de nuevo.
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Al conversar con personas de distintos ámbitos, se repite una sensación compartida, vivimos un momento extraño. Por un lado, una esperanza que nos mantiene de pie; por otro, la urgencia de dar vuelta dos décadas de inercias que desordenaron nuestra forma de relacionarnos con las instituciones, el trabajo, la política, incluso con nosotros mismos. Queremos una sociedad funcional, moderna, competitiva. La queremos con intensidad. Y la queremos ya. Queremos acelerar. Pero el tiempo, a pesar de todo, nos exige estrategia.
Lo invitamos a leer también: Encontrarse en el propósito
Hace poco alguien me dijo “paciencia no es inacción, es estrategia aplicada al tiempo” y lo creo firmemente. En contextos como el actual, la paciencia activa es la capacidad de aprovechar los períodos de aparente avance lento para leer los movimientos con precisión, identificar los puntos de entrada que empiezan a asomar y prepararse para cuando la ventana se abra. Requiere claridad, y la claridad nunca es pasiva, es esfuerzo concentrado.
Quizás por eso me resultó tan sugestivo que el color del año 2026, según Pantone, sea el “Cloud Dancer” (11-4201); un blanco suave, etéreo, casi aire, casi nube. Es la primera vez que un tono así se alza como Color del Año. No es un color que se imponga por estridencia, sino por quietud. No por ruido, sino por silencio. Ese blanco, para mí, encarna el tipo de liderazgo que necesitamos en 2026, una paciencia activa que exige serenidad; una pausa consciente que obliga a ordenar prioridades, revisar lo que funcionó, corregir lo que desgastó y tomar posición en medio de un país que reconfigura sus reglas de juego.
Liderar hoy, en cualquier espacio —una empresa, una institución, una familia— implica entender que ya no alcanza con “mantener el curso”. El 2026 nos va a pedir otra cosa, personas capaces de sostener la calma en la turbulencia, de escuchar más allá del ruido, de leer matices. Liderar será, sobre todo, hacerse cargo de que los tiempos no se esperan, se construyen. Supone profesionalizar la forma en que decidimos, asumir riesgos medidos, fortalecer la confianza y apostar por la colaboración en lugar de la sospecha permanente.
También exige leer con rigor lo que está ocurriendo alrededor; no podemos darnos el lujo de vivir en piloto automático mientras se redefinen reglas, expectativas y horizontes. El liderazgo que viene no es el del héroe solitario, sino el de quienes crean contextos donde otros pueden aportar. Ese blanco de “Cloud Dancer” no representa ingenuidad. Representa foco. Serenidad que permite distinguir lo que es ruido de lo que es oportunidad.
Una hoja en blanco siempre exige propósito. Y hoy ese propósito es nítido, reconstruir la confianza, modernizar nuestras prácticas, atrevernos a hacer las cosas de manera distinta sin perder lo esencial. Exigirnos coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Mantener una vigilancia madura sobre nuestro propio rol, no solo sobre “los de arriba”.
Tenemos, como sociedad y como individuos, una hoja en blanco delante. Es esperanzadora, desafiante e histórica. No se trata solo de esperar “lo bueno que viene”, sino de hacernos cargo de lo bueno que podemos crear.
Tal vez ese sea, en el fondo, el verdadero mensaje del “Cloud Dancer” un liderazgo sereno que no huye del conflicto, pero tampoco se deja arrastrar por él. Un liderazgo que respira hondo, mira lejos y entiende que, incluso en tiempos difíciles, siempre queda una hoja en blanco donde empezar de nuevo.
(*) Jean Pierre Antelo es presidente de la Cainco
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