La resurrección de la Doctrina Monroe y el nuevo ‘Corolario Trump’

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Fernando Gómez Arbeláez

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Mientras millones centraban su atención en los sorteos por grupos de la Copa Mundial FIFA 2026, la Casa Blanca hizo público, el pasado 5 de diciembre, un nuevo documento de seguridad estadounidense con implicaciones globales a corto plazo.

Titulado —traducido al español— “Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América”, y fechado en noviembre de 2025, este documento plantea los principios y prioridades actuales de la política exterior, de defensa y de inteligencia estadounidenses, así como las regiones geográficas donde se proyectarán tales políticas, haciendo énfasis en una serie de objetivos comerciales, económicos y financieros. “El propósito de la política de seguridad nacional”, mantiene como premisa, “es la protección de los intereses nacionales fundamentales” de Estados Unidos.

De las materias desarrolladas, la que más concierne a Panamá en esa Estrategia es su referencia a nuestra área geográfica. “Tras años de abandono”, lee el documento, “Estados Unidos reafirmará y aplicará la Doctrina Monroe para restaurar la preeminencia estadounidense en el Hemisferio Occidental”. Al tiempo de buscar ‘reclutar y expandirse’ entre los países regionales, de obtener “una presencia más adecuada de la Guardia Costera y la Marina para controlar rutas marítimas” y de “establecer o ampliar el acceso en ubicaciones estratégicamente importantes”, se hará también “todo lo posible para desplazar a las empresas extranjeras que construyen infraestructuras en la región”.

El designio final de la Estrategia es claro: “Estados Unidos debe ser preeminente en el Hemisferio Occidental como condición de nuestra seguridad y prosperidad, una condición que nos permita afirmarnos con confianza donde y cuando sea necesario en la región”.

La Doctrina Monroe, originada en 1823 por el entonces presidente estadounidense James Monroe y por su Secretario de Estado —y sucesor en la Casa Blanca— John Quincy Adams, inició como una advertencia a los imperios coloniales europeos. Debían abandonar cualquier intento de recobrar antiguas colonias recién independizadas y de ocupar territorios adicionales, lo que sería considerado como una amenaza a la “paz y seguridad” estadounidenses.

Con el tiempo, la Doctrina Monroe devino en un instrumento de agresiva política hegemónica, alcanzando su máxima expresión en el llamado “Corolario Roosevelt” de 1904. Con esta revisión formal de la Doctrina, Estados Unidos, bajo el entonces presidente Theodore Roosevelt, se atribuyó el derecho a intervenir, según su propio criterio y voluntad, en los asuntos internos de los países latinoamericanos y del Caribe.

Políticas hemisféricas subsiguientes, como la del “Buen Vecino” del presidente Franklin D. Roosevelt a partir de 1933, limitaron el reconocimiento de la Doctrina Monroe y su Corolario, culminando en la declaración de John Kerry, Secretario de Estado del presidente Barack Obama, en noviembre de 2013: “la era de la Doctrina Monroe ha terminado”.

Doce años después, la que se creía letra muerta y sepultada ahora resucita como política oficial de Washington, a la cual en la Estrategia se añade un nuevo “Corolario Trump”.

Este último Corolario a la Doctrina Monroe consiste en “negar a los competidores no hemisféricos la capacidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente vitales” en el Hemisferio, siendo una “restauración de sentido común y del poder y las prioridades estadounidenses, coherente con los intereses de seguridad estadounidenses”.

De seguro la Estrategia recién estrenada será de cuidadosa lectura y análisis en el Órgano Ejecutivo y la Autoridad del Canal de Panamá. Cabe observar que en el mismo día de su divulgación, el presidente Donald Trump participó en los sorteos de la Copa Mundial FIFA 2026. Preguntado durante la ceremonia sobre Panamá, respondió de inmediato: “I like the Canal”, según algunos, o “I’d like the Canal”, según otros.

La casi imperceptible diferencia en la pronunciación de ambas frases, sin embargo, no oculta la enorme distancia que por su significado las separa. Sea que a Trump le guste nuestro Canal, sea que le gustaría tenerlo, es un enigma que los panameños pronto deberemos descifrar en la ejecución de esa nueva Estrategia, más temprano que tarde.

El autor es abogado y doctor en Derecho Internacional.

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