La historia de la niña de los fósforos sigue siendo actual

Prensa Libre

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Escenario de vida

La historia de la niña de los fósforos sigue siendo actual

Escrito hace casi dos siglos, el cuento sigue siendo actual y dolorosamente cercano a la realidad.​

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Vida Amor de Paz


27 de diciembre de 2025

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Existe un antiguo y conmovedor cuento que muchos conocemos: La niña de los fósforos, escrito en 1845 por el autor danés Hans Christian Andersen, uno de los grandes narradores de la literatura universal. Aunque fue escrito hace casi dos siglos, su mensaje sigue siendo profundamente actual.

Entre el frío y el hambre, encontramos niños sin hogar y sin padres que los protejan.


La historia nos sitúa en una fría noche de invierno, en vísperas de Año Nuevo. Una niña pobre camina por las calles intentando vender fósforos. Está descalza, hambrienta y sola. Andersen la describe con sencillez y crudeza, mencionando que tenía “los pies enrojecidos por el frío”. Nadie se detiene a ayudarla. Temiendo volver a casa sin dinero, la niña enciende uno a uno los fósforos que no logró vender, buscando un poco de calor. Con cada llama imagina aquello que nunca tuvo: una estufa caliente, una mesa con comida, un árbol de Navidad iluminado. En uno de los pasajes más recordados, el autor escribe que al encender un fósforo “le parecía estar sentada frente a una gran estufa que despedía un calor maravilloso”. Finalmente, el frío vence a su frágil cuerpo y la niña muere en la calle, invisible para una sociedad que celebraba sin mirar a su alrededor.

A medida que avanza la historia, la niña enciende uno a uno los fósforos para intentar calentarse. Cada pequeña llama le permite imaginar algo hermoso: una mesa llena de comida, una estufa caliente, un árbol de Navidad iluminado. En uno de los fragmentos más recordados, Andersen escribe que al encender un fósforo “le parecía estar sentada frente a una gran estufa de hierro, que despedía un calor maravilloso”. Estas visiones son el reflejo de todo lo que la niña no tiene: abrigo, alimento, amor y protección.

El momento más emotivo llega cuando la niña recuerda a su abuela, “la única que había sido buena con ella”, y esa memoria representa el anhelo de afecto y seguridad que todo niño necesita.

Andersen no escribió esta historia solo para conmover, sino para despertar conciencia social. El cuento denuncia la pobreza, la desigualdad y la falta de compasión hacia los más débiles, especialmente hacia los niños. Por eso, aunque fue escrito hace casi dos siglos, sigue siendo actual y dolorosamente cercano a la realidad de muchos niños que hoy viven en las calles.

Aunque esta historia pertenece a otro tiempo, su mensaje sigue siendo dolorosamente actual. En estas fechas de celebraciones, entre el frío y el hambre, encontramos niños sin hogar, sin padres que los protejan, o peor aún, con padres irresponsables que los obligan a vender dulces, bolsas o cualquier cosa para regresar con dinero que muchas veces no se usa para su bienestar, sino para alimentar vicios como el alcohol.

La Navidad nos recuerda el nacimiento del Niño Jesús, un niño humilde, nacido sin lujos y acogido por corazones sencillos. ¿Qué mejor manera de honrar su mensaje que siguiendo sus pasos? Ayudando al más pequeño, al más vulnerable, al que no tiene voz.

Visitemos albergues y orfanatorios, llevemos un presente, una sonrisa o un poco de nuestro tiempo. Si tenemos recursos, llevemos colchas, suéteres o chamarras para protegerlos del frío. No se trata solo de dar cosas materiales, sino de demostrar que no están olvidados. Dios recompensará cada acto de amor hecho con sinceridad.

Que estas fiestas nos encuentren con el corazón abierto. Felices Pascuas y que este año nuevo llene a Guatemala de prosperidad, compasión y buena voluntad entre todos. Que no haya más niños invisibles en nuestras calles y que, entre todos, podamos regalarles un poco de esperanza y felicidad.

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