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Pablo Deheza
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La imagen es elocuente: Luis Arce, quien hace menos de 40 días era el hombre más poderoso de Bolivia, fue arrestado en medio de una soledad abrumadora. Apenas tres exautoridades salieron inmediatamente en su defensa: los exministros María Nela Prada, Edgar Montaño y Álvaro Ríos. Las organizaciones sociales que supuestamente lo respaldaban brillaron por su ausencia. El apoyo internacional se redujo a un tardío comunicado del Grupo de Puebla. El contraste con el poder que ostentaba semanas atrás no podría ser más brutal.
Este episodio condensa tres grandes crisis que atraviesa Bolivia en este momento de transición: el colapso del proyecto hegemónico del MAS, los persistentes vaivenes del sistema judicial y la persistente polarización política. En este escenario, el nuevo gobierno también hace su esfuerzo por establecerse, mientras enfrenta dilemas sobre tomar medidas económicas dolorosas o prolongar la agonía. Vladimir Peña, abogado y exsecretario de la Gobernación de Santa Cruz, y Gustavo Pedraza, abogado y exministro, ofrecen sus perspectivas sobre la compleja coyuntura.
«La soledad de Arce es consecuencia de desaciertos propios y también de la debacle del Movimiento al Socialismo», sentencia Vladimir Peña. Para el exsecretario de Gobierno cruceño, lo que se vivió en días pasado tiene una dimensión significativa. «El presidente Arce llegó con una popularidad grande”, recuerda, en alusión al 55% de votación favorable que obtuvo en 2020. Sin embargo, ese capital político se evaporó en medio de las peleas internas del MAS y el agotamiento del proceso de cambio, dejando a Arce «aislado, sin posibilidades de ir a una reelección y también con un liderazgo muy devaluado».
Gustavo Pedraza hace un recorrido histórico de la debacle masista, cuyo punto de inflexión se dio con el resultado del referéndum del 21F de 2016. Considera que de ahí en adelante quedó un proyecto autoritario que acabó con el derrocamiento de Evo Morales en 2019. Si bien logró rearticularse momentáneamente luego de la mala gestión de Jeanine Añez, el desgaste interno continuó de manera irreversible entre 2020 y 2025.
«Esa soledad de Arce Catacora ilustra la forma en que salió del poder el masismo: absolutamente aislado de la sociedad. No olvidemos que casi ningún ministro entregó su despacho. Se fueron, se llevaron todo. Entonces, el MAS salió absolutamente derrotado y escapando, es decir, en estampida”, asevera el también excandidato vicepresidencial. Agrega que “obviamente, si abandonaron en estampida el gobierno y el Estado, no hay ninguna motivación, ninguna fuerza para articular una defensa de su expresidente hace cuarenta días».
Pero ambos expertos coinciden en que la ausencia de apoyo del evismo a Arce no es casualidad. «Hay que marcar diferencia aquí entre lo que significó Evo Morales y lo que significó Arce Catacora en el poder», explica Pedraza. «El MAS accedió al poder bajo la conducción de Evo Morales y salió con Arce Catacora». Esta distinción es esencial para entender por qué el entorno evista, «arraigado en el campo, en organizaciones sociales y en los bastiones y las urbes de la zona andina», no movió un dedo por defender a quien consideraban su principal adversario interno.
Con todo, Peña matiza y se cuestiona si lo ocurrido significa el fin definitivo del MAS como proyecto político. «Está por verse si esta debacle es definitiva de lo que hemos conocido como MAS. Yo ahí todavía tengo ciertas dudas», admite Peña. «Es muy difícil reencauzar un proyecto como el que se conocía, porque necesitas regeneración de liderazgo, y mientras Evo Morales sigue siendo el principal referente de ese espacio político, es muy difícil pensar en una regeneración».
Lo que sí parece claro es que el espacio de izquierda ha quedado «huérfano». «Muchos de ellos se han cobijado en Rodrigo Paz, pero eso es coyuntural, esos votos son prestados», advierte Peña. El analista ve dos posibilidades para llenar ese vacío: que el presidente Rodrigo Paz «ensanche el espacio tradicional de la oposición del centro hacia la izquierda» o que «el vicepresidente Lara, con mayor determinación claramente logre sustituir el liderazgo de la izquierda». En cualquier caso, agrega, «lo que conocíamos como MAS, porque ahí el liderazgo incómodo de Evo Morales todavía supedita la transformación, no pudo articular la modernización de la izquierda».
El arresto de Arce ha puesto sobre la mesa una pregunta incómoda: ¿ha recuperado la justicia boliviana su independencia o simplemente cambió de amo? Vladimir Peña no oculta su escepticismo. «Que de la noche a la mañana esa justicia, con un par de cambios, que dio impunidad, hoy se vuelva justiciera, pues deja muchas dudas, para expresarlo en términos protocolares. Si realmente en menos de un par de meses la justicia recobró independencia e imparcialidad».
Peña plantea una pregunta particularmente reveladora. «¿Por qué en el caso del Fondo Indígena y en esta coyuntura pasa lo que pasa con el expresidente Arce? ¿Por qué en 10 años que lleva el proceso, nunca se citó, nunca se investigó a los jerarcas del MAS y quedó por ahí un caso que iba moribundo, y de un rato para otro ahora van y apresan de forma tan brusca?». Esta contradicción alimenta las sospechas de que la justicia sigue respondiendo a intereses políticos más que a criterios técnicos.
Aún más reveladora es la comparación con el caso de Evo Morales. «¿Cómo se justifica la aprehensión directa del expresidente Arce aun mes y poco que ha dejado el poder, sin que haya ninguna orden previa de citación, y a Evo Morales, con un tema tremendamente delicado, con más de un año, todavía sigue en absoluta libertad y prácticamente intocable?». Para Peña, esta disparidad tiene una explicación política. «Como Evo todavía tracciona votos, como Evo todavía tiene representación en el país, como Evo puede ser incómodo para el poder, entonces creo que la detención de Arce es una invitación inequívoca para que Evo Morales se vaya del país y evitar tener que aprehenderlo con lo riesgoso que puede ser la operación», asevera.
Gustavo Pedraza retoma una perspectiva histórica para identificar tres momentos clave: 2005-2019 cuando el MAS toma y consolida el poder, 2019-2020 con la transición y retorno del MAS, y el momento actual. «Estos tres periodos, estos tres vaivenes, tienen un rasgo común: el sistema judicial es muy dócil, se pone a la orden del poder de turno», diagnostica. «En 2019, cuando un bloque opositor accede al poder, bueno, el sistema judicial, el fiscal elegido por el masismo, los jueces elegidos por el masismo, se ponen a la orden de nuevos sujetos».
Esta «docilidad» de la justicia es, para Pedraza, el problema de fondo. «Persecuciones al estilo del masismo, sí, definitivamente. De aquella época (cuando Jeanine Añez era presidenta), el exministro de Gobierno Arturo Murillo empieza a ejecutar detenciones arbitrarias, como lo hacía el MAS, como una práctica de revancha. En 2020, después de la mala gestión del gobierno de transición, vuelve el bloque social popular, vuelve el MAS, y toma para sí la revancha con mucha más beligerancia».
La solución que propone Pedraza es clara pero compleja. «Este gobierno tiene la responsabilidad de recuperar la institucionalidad, particularmente la independencia del sistema judicial, del Ministerio Público, para evitar que sea una revancha, para que no parezca una revancha, sino que se haga justicia, que es lo que corresponde». Su advertencia es contundente: «si no es así, este va a ser un ciclo vicioso que no va a tener fin».
Ambos expertos coinciden en que existe una «expectativa en la ciudadanía de que se pueda perseguir a quienes son los responsables de la corrupción», como señala Peña. «Está claro que la gente percibe que el Movimiento al Socialismo ha sido un proyecto corrupto y que, por el poder que han ostentado, no han rendido cuentas como se debía». Pero esa expectativa debe canalizarse institucionalmente. «Tiene que haber sanción, claro, tiene que haber imputados, pero que sea revancha y que tampoco huela a victimización. Que haya justicia con el debido proceso, con el respeto de lo que la ley establece y de los derechos de los ciudadanos», insiste Pedraza.
La conclusión es que el nuevo gobierno enfrenta una tarea monumental. «Regenerar institucionalmente el país, sanear las instituciones que han sido tomadas, devolverle a la Contraloría u otorgarle legitimidad para que sea la que persiga, la que haga las sanciones, recupere los recursos públicos», enumera Peña. «Una tarea bastante árdua de transformación institucional que obviamente no se ha hecho ni se podría hacer en un par de meses», precisa.
Si la crisis del MAS y los problemas de la justicia son herencias del pasado, los dilemas del gobierno de Rodrigo Paz son los desafíos del presente. Y ninguno parece sencillo. El primero y más visible es la relación con el vicepresidente Edmand Lara. Los episodios recientes —como el voto de la esposa de Lara contra los créditos del Japón— revelan una tensión que va más allá de diferencias programáticas.
«Veo que no van a ir juntos, eso está prácticamente definido», afirma Peña sobre las elecciones subnacionales. «No veo que Rodrigo esté muy decidido en dar batalla, y un Lara que al parecer su gran jugada es la elección subnacional para mostrar mayor apoyo que el presidente, lo que sería su forma de aclarar que él ha sido el que ha aportado más a la votación presidencial», observa.
Gustavo Pedraza es categórico sobre las prioridades que debe tener el presidente. «El primer deber a proteger de Rodrigo Paz es la estabilidad de su gestión y la resolución de los problemas de la economía en el país. Y me parece que no sería responsable, en este caso, distraerse con problemas electorales, participar en las subnacionales y abandonar o descuidar la principal tarea».
Pedraza observa que “al menos hasta ahora, el vicepresidente ha mostrado su voluntad de construir un proyecto de poder propio. Lo ha dicho cada cierto tiempo. Eso, por ejemplo, puede constituirse en una dificultad seria, porque si este proyecto de poder del vicepresidente pasa por ser el principal opositor al interior de su propio gobierno, ahí se van a dar problemas». Y añade una reflexión de orden práctico: «si le va bien a este gobierno, al gobierno actual, a Rodrigo Paz, le va a ir bien a los dos, al presidente Rodrigo Paz y al vicepresidente en sus aspiraciones políticas futuras. Pero si le va mal a este gobierno, le va mal al país, les va a ir mal también en sus aspiraciones futuras».
Vladimir Peña ve en este dilema un eco peligroso del pasado reciente. «No hay que olvidarse que es muy fácil embarcarse en la construcción de un proyecto político. Lo hizo Arce. Creo que hay que recordar que Arce no tenía el control del MAS, llegó al poder y se lanzó al control del MAS, y ya sabemos cómo terminó la pelea fratricida entre Evo y Arce: un gobierno metido en la interna partidaria que desatendió los temas de gobierno y al final fue perdiendo legitimidad hasta que hemos visto lo que ha sucedido con el expresidente».
El segundo gran dilema es la ventana de oportunidad para tomar medidas económicas. El gobierno ha anunciado que no realizará ajustes mayores hasta marzo, después de las subnacionales.
«El factor oportunidad señala que cuando ingresas al mandato debes hacer los ajustes más dolorosos y tener una estrategia clara para explicarle a la gente», advierte Peña. «Esto de diferir las medidas para marzo huele más a un cálculo político electoral antes de las elecciones subnacionales». El exsecretario de la Gobernación cruceña se hace una pregunta incisiva. «Si aguantas cuatro o cinco meses sin tomar el ajuste en un país que vos mismo defines que está en crisis, ¿cómo le explicas a la gente tomar las medidas después de una elección y por qué que no las tomaste desde el principio?».
La referencia histórica es inevitable: el intento fallido de ajuste de Evo Morales y Álvaro García Linera entre diciembre de 2010 y enero de 2011. «Tomar por sorpresa a la gente entre Navidad y Año Nuevo ya lo intentó en los viejos tiempos Evo con García Linera. Fue en un momento donde tenían una amplia popularidad y donde el país tenía una economía más solvente», recuerda Peña. «La reticencia de la gente hizo que retrocedieran a pesar de que Morales tenía un gran apoyo. Entonces, no es una medida fácil».
Pedraza es más comprensivo con los tiempos del gobierno. «Me parece que están dando los pasos preparatorios para tomar las medidas. Ha habido una clarísima disminución en los tipos de cambio, eso ha tranquilizado mucho a la gente y a la economía, pero sabemos que eso es coyuntural, que no responde a cambios estructurales». Y añade que «la magnitud del problema era tal que no iba a resolverse en un corto tiempo. No sabemos, en realidad, con certeza, cuánto tiempo hace falta para que estemos ya con mayor estabilidad y recuperación plena».
Sin embargo, Pedraza también identifica una condición necesaria para el ajuste. «Es muy riesgoso tomar medidas de estabilización, de ajuste, si no se muestra coherencia interna, si no hay acción del gobierno respecto a las reformas que se tienen que hacer». La coherencia interna, entonces, no es solo deseable sino indispensable.
El dilema es quizás más profundo: ¿debe el gobierno de Rodrigo Paz construir un partido o limitarse a gobernar? La decisión, advierte Peña, «es de alto voltaje y de alguna manera va a definir el carácter de la presidencia de Rodrigo Paz».
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Este episodio condensa tres grandes crisis que atraviesa Bolivia en este momento de transición: el colapso del proyecto hegemónico del MAS, los persistentes vaivenes del sistema judicial y la persistente polarización política. En este escenario, el nuevo gobierno también hace su esfuerzo por establecerse, mientras enfrenta dilemas sobre tomar medidas económicas dolorosas o prolongar la agonía. Vladimir Peña, abogado y exsecretario de la Gobernación de Santa Cruz, y Gustavo Pedraza, abogado y exministro, ofrecen sus perspectivas sobre la compleja coyuntura.
Soledad de fin de ciclo
«La soledad de Arce es consecuencia de desaciertos propios y también de la debacle del Movimiento al Socialismo», sentencia Vladimir Peña. Para el exsecretario de Gobierno cruceño, lo que se vivió en días pasado tiene una dimensión significativa. «El presidente Arce llegó con una popularidad grande”, recuerda, en alusión al 55% de votación favorable que obtuvo en 2020. Sin embargo, ese capital político se evaporó en medio de las peleas internas del MAS y el agotamiento del proceso de cambio, dejando a Arce «aislado, sin posibilidades de ir a una reelección y también con un liderazgo muy devaluado».
Gustavo Pedraza hace un recorrido histórico de la debacle masista, cuyo punto de inflexión se dio con el resultado del referéndum del 21F de 2016. Considera que de ahí en adelante quedó un proyecto autoritario que acabó con el derrocamiento de Evo Morales en 2019. Si bien logró rearticularse momentáneamente luego de la mala gestión de Jeanine Añez, el desgaste interno continuó de manera irreversible entre 2020 y 2025.
«Esa soledad de Arce Catacora ilustra la forma en que salió del poder el masismo: absolutamente aislado de la sociedad. No olvidemos que casi ningún ministro entregó su despacho. Se fueron, se llevaron todo. Entonces, el MAS salió absolutamente derrotado y escapando, es decir, en estampida”, asevera el también excandidato vicepresidencial. Agrega que “obviamente, si abandonaron en estampida el gobierno y el Estado, no hay ninguna motivación, ninguna fuerza para articular una defensa de su expresidente hace cuarenta días».
Diferencial hasta el final
Pero ambos expertos coinciden en que la ausencia de apoyo del evismo a Arce no es casualidad. «Hay que marcar diferencia aquí entre lo que significó Evo Morales y lo que significó Arce Catacora en el poder», explica Pedraza. «El MAS accedió al poder bajo la conducción de Evo Morales y salió con Arce Catacora». Esta distinción es esencial para entender por qué el entorno evista, «arraigado en el campo, en organizaciones sociales y en los bastiones y las urbes de la zona andina», no movió un dedo por defender a quien consideraban su principal adversario interno.
Con todo, Peña matiza y se cuestiona si lo ocurrido significa el fin definitivo del MAS como proyecto político. «Está por verse si esta debacle es definitiva de lo que hemos conocido como MAS. Yo ahí todavía tengo ciertas dudas», admite Peña. «Es muy difícil reencauzar un proyecto como el que se conocía, porque necesitas regeneración de liderazgo, y mientras Evo Morales sigue siendo el principal referente de ese espacio político, es muy difícil pensar en una regeneración».
Lo que sí parece claro es que el espacio de izquierda ha quedado «huérfano». «Muchos de ellos se han cobijado en Rodrigo Paz, pero eso es coyuntural, esos votos son prestados», advierte Peña. El analista ve dos posibilidades para llenar ese vacío: que el presidente Rodrigo Paz «ensanche el espacio tradicional de la oposición del centro hacia la izquierda» o que «el vicepresidente Lara, con mayor determinación claramente logre sustituir el liderazgo de la izquierda». En cualquier caso, agrega, «lo que conocíamos como MAS, porque ahí el liderazgo incómodo de Evo Morales todavía supedita la transformación, no pudo articular la modernización de la izquierda».
¿Independencia o revancha?
El arresto de Arce ha puesto sobre la mesa una pregunta incómoda: ¿ha recuperado la justicia boliviana su independencia o simplemente cambió de amo? Vladimir Peña no oculta su escepticismo. «Que de la noche a la mañana esa justicia, con un par de cambios, que dio impunidad, hoy se vuelva justiciera, pues deja muchas dudas, para expresarlo en términos protocolares. Si realmente en menos de un par de meses la justicia recobró independencia e imparcialidad».
Peña plantea una pregunta particularmente reveladora. «¿Por qué en el caso del Fondo Indígena y en esta coyuntura pasa lo que pasa con el expresidente Arce? ¿Por qué en 10 años que lleva el proceso, nunca se citó, nunca se investigó a los jerarcas del MAS y quedó por ahí un caso que iba moribundo, y de un rato para otro ahora van y apresan de forma tan brusca?». Esta contradicción alimenta las sospechas de que la justicia sigue respondiendo a intereses políticos más que a criterios técnicos.
Aún más reveladora es la comparación con el caso de Evo Morales. «¿Cómo se justifica la aprehensión directa del expresidente Arce aun mes y poco que ha dejado el poder, sin que haya ninguna orden previa de citación, y a Evo Morales, con un tema tremendamente delicado, con más de un año, todavía sigue en absoluta libertad y prácticamente intocable?». Para Peña, esta disparidad tiene una explicación política. «Como Evo todavía tracciona votos, como Evo todavía tiene representación en el país, como Evo puede ser incómodo para el poder, entonces creo que la detención de Arce es una invitación inequívoca para que Evo Morales se vaya del país y evitar tener que aprehenderlo con lo riesgoso que puede ser la operación», asevera.
Salir del círculo vicioso
Gustavo Pedraza retoma una perspectiva histórica para identificar tres momentos clave: 2005-2019 cuando el MAS toma y consolida el poder, 2019-2020 con la transición y retorno del MAS, y el momento actual. «Estos tres periodos, estos tres vaivenes, tienen un rasgo común: el sistema judicial es muy dócil, se pone a la orden del poder de turno», diagnostica. «En 2019, cuando un bloque opositor accede al poder, bueno, el sistema judicial, el fiscal elegido por el masismo, los jueces elegidos por el masismo, se ponen a la orden de nuevos sujetos».
Esta «docilidad» de la justicia es, para Pedraza, el problema de fondo. «Persecuciones al estilo del masismo, sí, definitivamente. De aquella época (cuando Jeanine Añez era presidenta), el exministro de Gobierno Arturo Murillo empieza a ejecutar detenciones arbitrarias, como lo hacía el MAS, como una práctica de revancha. En 2020, después de la mala gestión del gobierno de transición, vuelve el bloque social popular, vuelve el MAS, y toma para sí la revancha con mucha más beligerancia».
La solución que propone Pedraza es clara pero compleja. «Este gobierno tiene la responsabilidad de recuperar la institucionalidad, particularmente la independencia del sistema judicial, del Ministerio Público, para evitar que sea una revancha, para que no parezca una revancha, sino que se haga justicia, que es lo que corresponde». Su advertencia es contundente: «si no es así, este va a ser un ciclo vicioso que no va a tener fin».
Recuperar la institucionalidad
Ambos expertos coinciden en que existe una «expectativa en la ciudadanía de que se pueda perseguir a quienes son los responsables de la corrupción», como señala Peña. «Está claro que la gente percibe que el Movimiento al Socialismo ha sido un proyecto corrupto y que, por el poder que han ostentado, no han rendido cuentas como se debía». Pero esa expectativa debe canalizarse institucionalmente. «Tiene que haber sanción, claro, tiene que haber imputados, pero que sea revancha y que tampoco huela a victimización. Que haya justicia con el debido proceso, con el respeto de lo que la ley establece y de los derechos de los ciudadanos», insiste Pedraza.
La conclusión es que el nuevo gobierno enfrenta una tarea monumental. «Regenerar institucionalmente el país, sanear las instituciones que han sido tomadas, devolverle a la Contraloría u otorgarle legitimidad para que sea la que persiga, la que haga las sanciones, recupere los recursos públicos», enumera Peña. «Una tarea bastante árdua de transformación institucional que obviamente no se ha hecho ni se podría hacer en un par de meses», precisa.
El poder y sus dilemas
Si la crisis del MAS y los problemas de la justicia son herencias del pasado, los dilemas del gobierno de Rodrigo Paz son los desafíos del presente. Y ninguno parece sencillo. El primero y más visible es la relación con el vicepresidente Edmand Lara. Los episodios recientes —como el voto de la esposa de Lara contra los créditos del Japón— revelan una tensión que va más allá de diferencias programáticas.
«Veo que no van a ir juntos, eso está prácticamente definido», afirma Peña sobre las elecciones subnacionales. «No veo que Rodrigo esté muy decidido en dar batalla, y un Lara que al parecer su gran jugada es la elección subnacional para mostrar mayor apoyo que el presidente, lo que sería su forma de aclarar que él ha sido el que ha aportado más a la votación presidencial», observa.
Gustavo Pedraza es categórico sobre las prioridades que debe tener el presidente. «El primer deber a proteger de Rodrigo Paz es la estabilidad de su gestión y la resolución de los problemas de la economía en el país. Y me parece que no sería responsable, en este caso, distraerse con problemas electorales, participar en las subnacionales y abandonar o descuidar la principal tarea».
Señales sobre el futuro
Pedraza observa que “al menos hasta ahora, el vicepresidente ha mostrado su voluntad de construir un proyecto de poder propio. Lo ha dicho cada cierto tiempo. Eso, por ejemplo, puede constituirse en una dificultad seria, porque si este proyecto de poder del vicepresidente pasa por ser el principal opositor al interior de su propio gobierno, ahí se van a dar problemas». Y añade una reflexión de orden práctico: «si le va bien a este gobierno, al gobierno actual, a Rodrigo Paz, le va a ir bien a los dos, al presidente Rodrigo Paz y al vicepresidente en sus aspiraciones políticas futuras. Pero si le va mal a este gobierno, le va mal al país, les va a ir mal también en sus aspiraciones futuras».
Vladimir Peña ve en este dilema un eco peligroso del pasado reciente. «No hay que olvidarse que es muy fácil embarcarse en la construcción de un proyecto político. Lo hizo Arce. Creo que hay que recordar que Arce no tenía el control del MAS, llegó al poder y se lanzó al control del MAS, y ya sabemos cómo terminó la pelea fratricida entre Evo y Arce: un gobierno metido en la interna partidaria que desatendió los temas de gobierno y al final fue perdiendo legitimidad hasta que hemos visto lo que ha sucedido con el expresidente».
Medidas
El segundo gran dilema es la ventana de oportunidad para tomar medidas económicas. El gobierno ha anunciado que no realizará ajustes mayores hasta marzo, después de las subnacionales.
«El factor oportunidad señala que cuando ingresas al mandato debes hacer los ajustes más dolorosos y tener una estrategia clara para explicarle a la gente», advierte Peña. «Esto de diferir las medidas para marzo huele más a un cálculo político electoral antes de las elecciones subnacionales». El exsecretario de la Gobernación cruceña se hace una pregunta incisiva. «Si aguantas cuatro o cinco meses sin tomar el ajuste en un país que vos mismo defines que está en crisis, ¿cómo le explicas a la gente tomar las medidas después de una elección y por qué que no las tomaste desde el principio?».
Ya pasó
La referencia histórica es inevitable: el intento fallido de ajuste de Evo Morales y Álvaro García Linera entre diciembre de 2010 y enero de 2011. «Tomar por sorpresa a la gente entre Navidad y Año Nuevo ya lo intentó en los viejos tiempos Evo con García Linera. Fue en un momento donde tenían una amplia popularidad y donde el país tenía una economía más solvente», recuerda Peña. «La reticencia de la gente hizo que retrocedieran a pesar de que Morales tenía un gran apoyo. Entonces, no es una medida fácil».
Pedraza es más comprensivo con los tiempos del gobierno. «Me parece que están dando los pasos preparatorios para tomar las medidas. Ha habido una clarísima disminución en los tipos de cambio, eso ha tranquilizado mucho a la gente y a la economía, pero sabemos que eso es coyuntural, que no responde a cambios estructurales». Y añade que «la magnitud del problema era tal que no iba a resolverse en un corto tiempo. No sabemos, en realidad, con certeza, cuánto tiempo hace falta para que estemos ya con mayor estabilidad y recuperación plena».
Sin embargo, Pedraza también identifica una condición necesaria para el ajuste. «Es muy riesgoso tomar medidas de estabilización, de ajuste, si no se muestra coherencia interna, si no hay acción del gobierno respecto a las reformas que se tienen que hacer». La coherencia interna, entonces, no es solo deseable sino indispensable.
El dilema es quizás más profundo: ¿debe el gobierno de Rodrigo Paz construir un partido o limitarse a gobernar? La decisión, advierte Peña, «es de alto voltaje y de alguna manera va a definir el carácter de la presidencia de Rodrigo Paz».
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