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Javier Córdoba
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El pasado 12 de diciembre presenté ante la comunidad universitaria y nacional mi primer informe de labores como rector de la benemérita Universidad de Costa Rica. Este acto institucional es un ejercicio de transparencia, responsabilidad pública y reafirmación de nuestro compromiso con la sociedad. Compartimos resultados, pero también una mirada honesta sobre el camino recorrido, con sus aprendizajes y desafíos.
Este ha sido un año de decisiones complejas, incertidumbres, dificultades y avances significativos. Hemos aprendido de los errores, construido criterio a partir de las pruebas y asumido cada crítica como una oportunidad de mejora. Cada proceso ha entrañado retos y enseñanzas, y ha estado guiado por la convicción profunda de que cada paso fortalece a la Universidad, renueva su vocación de servicio y reafirma su compromiso con la excelencia, la pertinencia y el país que confía en ella.
En ese tránsito hemos sostenido la certeza de que la Universidad debe transformarse sin renunciar a su esencia humanista, colocando a las personas en el centro de su quehacer. Y si algo puede afirmarse con absoluta claridad es que la Universidad avanza porque su gente avanza: gracias al compromiso del estudiantado y del personal docente y administrativo que hacen posible este proyecto colectivo.
A lo largo de sus ochenta y cinco años de historia, la Universidad de Costa Rica ha sido una institución esencial para la construcción del Estado social de derecho y del sistema democrático costarricense. En cada época ha respondido con lucidez, creatividad y compromiso a los desafíos de su tiempo.
Hoy, cuando la humanidad transita por un periodo de transformaciones tecnológicas, culturales, ambientales y políticas sin precedentes, reafirmamos la convicción de que el conocimiento, la educación pública y la cooperación solidaria siguen siendo las herramientas más poderosas para preservar la dignidad humana y fortalecer la democracia.
Este año, ha sido un periodo de escucha activa y de reconstrucción de confianzas. Nos propusimos fortalecer la presencia de la UCR en el territorio nacional, convencidos de que la regionalización es un vehículo fundamental de oportunidades, equidad y movilidad social. Asimismo, hemos impulsado decididamente las artes y las humanidades, conscientes de que, en tiempos de polarización y desinformación, estas disciplinas constituyen un anclaje esencial para la cohesión social, la creatividad y la reflexión crítica. Defender las humanidades es defender el alma de la Universidad; fortalecer las artes es fortalecer la sensibilidad colectiva y la orientación ética de la ciencia y la tecnología.
En coherencia con una estrategia de modernización de la gestión institucional, este año constituimos el Observatorio de Datos Institucional; la Red de Mujeres en Ciencia, Tecnología y Humanidades; la Unidad de Contratos y Convenios y realizamos una reorganización integral del calendario institucional para agilizar el proceso de admisión y garantizar que el estudiantado reciba el pago de su beca el fin de semana previo al inicio del ciclo lectivo. Más allá de su impacto operativo, estas decisiones reflejan una transformación cultural: la convicción de que cada ajuste administrativo debe orientarse a garantizar la equidad, la inclusión y el bienestar estudiantil, reafirmando así la esencia humanista que distingue a nuestra Universidad.
No podemos desconocer que este ha sido un año complejo para Costa Rica. Vivimos un momento en el que los discursos de odio, la desinformación, las noticias falsas, la polarización y la intolerancia han ganado terreno en el debate público. Y, lamentablemente, la Universidad no ha sido ajena a ese clima. Hemos sido testigos de ataques injustos, narrativas malintencionadas y tensiones que buscan debilitar la confianza en la institucionalidad. Frente a ello, nuestra respuesta no puede ser ni el silencio ni la resignación.
La Universidad de Costa Rica debe ser luz. Debe ser un faro intelectual y ético para el país. No podemos normalizar aquello que hiere la democracia, que fractura la convivencia y que erosiona el respeto. La defensa de la verdad, del pensamiento crítico, de la argumentación rigurosa y del diálogo respetuoso es hoy más urgente que nunca. La Universidad está llamada a acompañar al país en la reconstrucción de los puentes que la desinformación ha intentado romper.
Los desafíos que enfrentamos son enormes, pero también lo son nuestras capacidades. Contamos con un capital humano excepcional, con infraestructura científica de alto nivel, con una historia que nos inspira y con una sociedad que sigue depositando su confianza en la Universidad de Costa Rica. Honrar esa confianza exige trabajo riguroso, pensamiento crítico y una visión estratégica de largo plazo.
El futuro de la Universidad se construye colectivamente. Con la fuerza del conocimiento, con la pasión por enseñar, con la ética del servicio, con la creatividad de las artes, con la rigurosidad de la ciencia, con la sensibilidad de las humanidades y con la convicción profunda de que un país mejor es posible. La UCR ha acompañado a Costa Rica en sus momentos más desafiantes, y hoy, como ayer, sabrá estar a la altura del momento histórico.
Seguiremos avanzando con humildad, pero también con determinación. Porque la Universidad de Costa Rica no pertenece solo al presente: pertenece al porvenir de nuestra nación. Con esperanza, con ciencia y con humanismo, les invito a seguir construyendo en conjunto la Universidad que el país necesita y que las próximas generaciones merecen.
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