Europa activa su ‘fiscalidad estratégica’: ¿una nueva ventana para Panamá?

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Luis Eduardo Ocando B.

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En el tablero geopolítico actual, el debate fiscal ha dejado de ser un tema simplemente técnico. La Unión Europea (UE), consciente del avance industrial de Asia y del renacimiento manufacturero impulsado por Estados Unidos (Estados Unidos), ha decidido relanzar su competitividad con una política fiscal coordinada, audaz y orientada al largo plazo. Este viraje significa que Europa ya no solo regula, sino que ahora compite; y esa transformación, aunque parezca lejana, tiene impacto y puede ser una oportunidad para Panamá.

Durante años, Europa privilegió la regulación estricta, la armonización normativa y la estabilidad institucional como sus grandes banderas, pero esa lógica empezó a mostrar límites frente a economías que combinan agilidad, subsidios y política industrial activa. Hoy, el viejo continente busca pasar del diagnóstico a la acción, y lo hace articulando su política fiscal con tres objetivos claros: impulsar la descarbonización, reducir dependencias estratégicas y cerrar la brecha de innovación que lo separa de las dos grandes potencias globales.

Por su parte, el estudio A Competitiveness Compass for the EU de la Comisión Europea propone algo inédito: alinear la política fiscal con la política industrial; ya no se trata solo de recaudar, sino de incentivar. Por eso la UE está implementando medidas que van desde amortizaciones aceleradas y créditos fiscales hasta alivios tributarios para el consumo energético industrial. A la par, impulsa un marco de apoyo fiscal común para startups y scaleups tecnológicas con el fin de crear un ecosistema de innovación paneuropeo que evite la fuga de talento hacia Silicon Valley o Asia.

Este movimiento redefine el rol de la fiscalidad, que deja de ser una herramienta de recaudación para convertirse en un motor de crecimiento productivo y transición verde, lo que abre un interesante espacio de oportunidad para economías como la nuestra.

Oportunidades​


Panamá, por su ubicación, estabilidad macroeconómica y estructura de servicios internacionales, tiene el potencial de posicionarse como un ancla fiscal y logística natural de Europa en América Latina. Su régimen territorial, zonas francas, plataforma marítima y aérea, y la flexibilidad de regímenes especiales como SEM, EMMA y las zonas francas le otorgan una capacidad de respuesta rápida ante nuevas corrientes de inversión global.

Por lo tanto, si Europa busca diversificar cadenas de suministro, reducir su dependencia de Asia y ampliar su presencia en mercados emergentes, Panamá puede ser su socio ideal: un centro operativo para empresas europeas interesadas en expandirse en la región, o en establecer centros de distribución, innovación o servicios compartidos bajo un marco competitivo, moderno y predecible.

La apuesta europea por la descarbonización y la energía limpia coincide con las oportunidades que Panamá ofrece en materia de sostenibilidad. El desarrollo de infraestructuras verdes, la transición hacia energías renovables y los proyectos de movilidad sostenible pueden atraer inversión europea si el país articula una política clara de incentivos climáticos y simplificación regulatoria.

No obstante, esta oportunidad también implica que Panamá actualice su narrativa fiscal y económica, de modo que sea más que una jurisdicción eficiente y territorial. El mundo busca ecosistemas donde la competitividad fiscal se complemente con sostenibilidad, talento y tecnología; además, la atracción de capital del futuro dependerá tanto del marco impositivo como de su alineación con los valores ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés).

Por ello, Panamá debería fortalecer su capacidad institucional para negociar nuevos acuerdos de doble tributación y sumarlos a los ya existentes con países de la UE, ampliar su marco de cooperación en innovación y tecnología, y promover clústeres logísticos y energéticos de nueva generación. También debería construir una marca país moderna y con visión de largo plazo.

Europa ha lanzado un mensaje inequívoco: la fiscalidad puede y debe ser motor de desarrollo; ya no es una variable secundaria del crecimiento, sino una herramienta de competitividad y propósito.

Panamá, como hub natural, puede convertirse en un actor clave en esa conversación si sabe combinar su agilidad con estrategia, su eficiencia con visión y su modelo fiscal con propósito.

El mundo está en transición, como hemos visto en el último año. Ante los cambios que ha decidido implementar Europa, Panamá puede encontrar la oportunidad de jugar en una nueva liga económica y fiscal global.

El autor es socio Líder Deloitte Panamá.

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