El maestro que inspira a superarlo

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Rogelio Mata

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Cada 1 de diciembre, Panamá honra a sus educadores y celebra la vida y obra del ingeniero Manuel José Hurtado, padre de la educación panameña, visionario que sentó las bases del sistema educativo nacional y comprendió que la escuela debía ser el cimiento de la ciudadanía y el desarrollo republicano. Su legado marcó una ruta clara: el maestro no es un transmisor pasivo de conocimientos, sino un constructor de futuro.

Conviene recordar hoy una frase que recoge la esencia profunda de la enseñanza auténtica: “El maestro cuyo alumno no lo supera, ese maestro se ha quedado atrás.” Más que una sentencia, es una brújula ética: el maestro verdadero no desea ser repetido, sino trascendido. Su misión es preparar a sus estudiantes para llegar a lugares donde él no pudo llegar.

Un legado construido por muchos nombres​


La educación panameña es una obra colectiva. A lo largo de nuestra historia, hombres y mujeres del magisterio convirtieron el aula en un acto de fe en el país que querían ver nacer. Junto a Hurtado se erigen figuras fundamentales:

  • Gumercinda Páez, pionera del magisterio, primera diputada de la República y defensora incansable de la igualdad y la educación como derecho humano.
  • Clarence Beechers, educador afroantillano que luchó por la inclusión y la equidad en un tiempo marcado por la segregación y la injusticia.
  • Sara Sotillo, maestra, sindicalista y feminista, ejemplo de que enseñar también es transformar la sociedad.
  • Francisco Céspedes, impulsor de la pedagogía pública y de la escuela como espacio de formación cívica.
  • Sebastián Aguilar Vallejo, normalista que sembró valores patrióticos y éticos en generaciones enteras.
  • Diana Morán, educadora y líder comprometida con el fortalecimiento de la escuela panameña como espacio de ciudadanía crítica.
  • Vicente Bayard, maestro ejemplar de vocación profunda, formador de docentes y figura clave en la consolidación del magisterio panameño del siglo XX, cuyo compromiso con la educación rural, la alfabetización y la dignidad del trabajo docente lo convirtió en referente moral para varias generaciones.

Todos ellos enseñaron más que asignaturas: enseñaron país. Construyeron identidad nacional, sentido de pertenencia y visión de futuro.

El maestro como agente de transformación​


En un Panamá atravesado por desigualdades, tensiones institucionales y desafíos sociales, el papel del maestro es más decisivo que nunca. No basta con transmitir información: se requiere formar criterio, sensibilidad, conciencia crítica.

Aquí es donde cobran fuerza las ideas de Paulo Freire, uno de los más influyentes pensadores de la pedagogía contemporánea. Para Freire, el maestro no debe “adaptar” al estudiante al mundo tal como es, sino ayudarlo a leer críticamente la realidad para transformarla. En Pedagogía del oprimido afirma:

“El educador ya no es solo el que educa, sino aquel que, en diálogo con el educando, mientras educa, es educado. Ambos se transforman en sujetos del proceso en que crecen juntos.”

Y añade en otro de sus pasajes más emblemáticos:

“La educación no cambia al mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo.”

Esta visión encaja perfectamente con la tradición del magisterio panameño: maestros que no reproducen el presente, sino que preparan a las nuevas generaciones para construir un país más justo, más humano y más democrático.

El maestro que se alegra al ser superado​


Cuando un alumno supera a su maestro, la educación cumple su propósito.Cuando no ocurre, algo en el proyecto educativo se estanca.

Los maestros panameños —desde Hurtado hasta Bayard, desde Sotillo hasta Páez— entendieron que educar es un acto de entrega hacia un mañana que no les pertenece, pero al que aportan con amor, disciplina y responsabilidad.

Hoy, Día del Maestro, reconocemos a quienes sostienen la esperanza nacional desde el aula. A quienes siembran criterio, conciencia y libertad. A quienes enseñan no para ser repetidos, sino para que sus estudiantes los superen. Porque quien enseña para ser superado, enseña para la historia. Y en Panamá, la historia siempre comienza en un salón de clases.

El autor es docente especialista en ciencias sociales.

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