El futuro ya no es lo que era

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Mauricio Diaz

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La encrucijada de la conciencia, el azar y el algoritmo

El futuro, ese horizonte que la humanidad siempre ha buscado dominar con planes y profecías, ha dejado de ser una línea recta de progreso predecible. Hoy, se presenta como una turbulenta encrucijada donde la biotecnología, la conciencia individual y el capricho del azar compiten por dictar el destino de nuestra especie. El sueño de un mañana forjado únicamente por nuestra voluntad se desvanece ante fuerzas que apenas comprendemos o, peor aún, que estamos diseñando sin pleno conocimiento de sus consecuencias.

La sombra de Harari: algoritmos y la pérdida del “Yo”

El historiador israelí Yuval Noah Harari, con lucidez y frialdad, traza en su obra Nexus un panorama escalofriante: el advenimiento de una sociedad donde el poder se traslada a un vasto sistema de información capaz de tomar las decisiones más íntimas por nosotros. Harari sugiere que, al ceder el control sobre nuestra salud, carreras e incluso parejas a algoritmos que nos conocen mejor que nosotros mismos, el concepto tradicional de libre albedrío se convierte en una ilusión funcional. El futuro, según Harari, no es una dictadura de carne y hueso, sino una sutil y seductora “dictadura de datos” que amenaza con convertir al Homo Sapiens en un Homo Data.

Dispenza y la batalla interior: reclamando la potencia del cerebro

Frente a la rendición algorítmica, emerge una poderosa contrafuerza en la neurociencia de la conciencia. El quiropráctico y neurocientífico Joe Dispenza, en Deja de ser tú, nos recuerda que el verdadero futuro se crea en el momento presente, dentro de la corteza prefrontal. Dispenza postula que nuestros patrones de pensamiento y emoción se convierten en programas neuronales que nos condenan a repetir el pasado. Su propuesta es simple y radical: si la personalidad crea la realidad personal, cambiar nuestra mente y nuestras emociones (dejar de ser “tú”) es el único camino para crear un futuro distinto.

Para Harari, somos víctimas del Nexus; para Dispenza, somos los únicos arquitectos capaces de desconectar la red interna de la mediocridad. Esta tesis es una declaración política de resistencia, afirmando que el poder final reside en nuestra capacidad de modificar nuestra biología a través de la intención y la atención.

La danza del borracho: el inevitable azar

Pero la conciencia y los algoritmos no son los únicos jugadores. El físico Leonard Mlodinow, en El andar del borracho, introduce la variable que infravaloramos: el azar y la aleatoriedad. Mlodinow argumenta que, si bien admiramos la lógica de la causa y el efecto, una porción significativa de nuestras vidas y de los grandes acontecimientos históricos está determinada por la probabilidad y la suerte. El futuro, entonces, no es la suma de una voluntad perfecta (Dispenza) ni la predicción de una súpermente artificial (Harari), sino la colisión impredecible de ambas con una ráfaga de viento probabilística.

Brown y la ficción como espejo de nuestro miedo

Finalmente, la ficción nos sirve de espejo. Dan Brown, en su novela El último secreto (Deception Point), plantea el miedo central de nuestra era: la manipulación de la verdad científica con fines políticos. Al imaginar el encubrimiento de un descubrimiento extraordinario, Brown escenifica la desconfianza moderna hacia las élites y la tecnología.

Si Harari teme que los datos nos controlen, Brown teme que los datos —o su negación— sean manipulados para consolidar el poder. Esta ficción se siente dolorosamente real en una era de fake news y polarización, donde la verdad científica se convierte en una simple narrativa más en la pugna por el control.

La tiranía de la mediocridad

El futuro ya no es lo que era porque ha dejado de ser una expectativa monolítica para convertirse en una tensión triangular: el algoritmo de Harari, una fuerza externa y seductora que promete optimización a cambio de la autonomía, la conciencia de Dispenza, una fuerza interna que nos obliga a recablear nuestro cerebro para escapar de los patrones del pasado y el azar de Mlodinow, el impredecible telón de fondo que puede bendecir o anular los mejores planes.

El gran desafío de las próximas décadas es epistemológico y psicológico. Se trata de cómo mantener la soberanía de la mente individual —la única herramienta para combatir la tiranía de la mediocridad algorítmica y la ceguera ante el azar— en un mundo diseñado para que cedamos nuestra voluntad. La verdadera libertad en el futuro no será la ausencia de reglas, sino la capacidad radical de elegir qué datos aceptamos, qué patrones mentales desechamos, y cómo respondemos al golpe inesperado de la suerte. El futuro no está escrito en las estrellas ni en el código, sino en nuestra capacidad de permanecer incómodamente conscientes de las fuerzas que lo definen.

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