R
Rodolfo Aliaga
Guest
Durante más de una década, Bolivia transitó de la bonanza hidrocarburífera a una compleja crisis energética que hoy condiciona su estabilidad económica. Tras haber sido uno de los principales exportadores de gas de la región, el país enfrenta ahora una realidad marcada por la declinación productiva, la pérdida de mercados y la urgencia de encontrar nuevas reservas en un contexto económico cada vez más restringido. En este escenario, los anuncios de nuevos descubrimientos realizados en 2024 y 2025, si bien generaron expectativas, también obligan a una lectura realista sobre su alcance y sus limitaciones.
Revise también: Comunicación estatal: un giro posible
Entre 2010 y 2014, Bolivia atravesó uno de los periodos más prósperos de su historia reciente en materia de exportación de gas. Según datos del Ministerio de Economía, solo en 2014 los ingresos por este recurso alcanzaron los Bs 52.174 millones, mientras el país registraba su mayor volumen de producción y exportación. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), ese año se produjeron 22.187,95 millones de metros cúbicos (MMm³) y se exportaron 17.889,71 MMm³, cifras que muestran el auge hidrocarburífero.
El motor de este crecimiento fueron los megacampos Sábalo, San Alberto, Margarita-Huacaya e Incahuasi-Aquío que, según el Reporte de Gestión 2010–2014 de YPFB, llegaron a aportar hasta el 75% de la producción nacional, equivalente a 44–49 millones de metros cúbicos por día (MMmcd). Durante esos años, la economía boliviana se sostuvo sobre una base sólida de ingresos energéticos que garantizaban estabilidad fiscal y un flujo constante de divisas.
Ese panorama, sin embargo, quedó atrás. De acuerdo con la Cámara Boliviana de Hidrocarburos y Energía (CBH), la producción cayó a niveles críticos, al punto de que Bolivia conserva hoy un solo mercado externo activo: la exportación de gas a Brasil. La combinación de exploración insuficiente, el agotamiento natural de los campos maduros y la falta de inversiones oportunas desembocó en una crisis estructural que no ofrece soluciones a corto plazo.
En un intento de revertir este escenario, a partir de 2021 se impulsó el Plan de Reactivación del Upstream (PRU), liderado por YPFB. El objetivo era retomar la exploración perdida y abrir nuevas fronteras energéticas. Sin embargo, la exploración hidrocarburífera es un proceso de largo alcance que exige rigor técnico, estabilidad normativa e inversión constante. En un país que atraviesa una situación económica precaria, estos requisitos representan desafíos adicionales.
Desde su puesta en marcha, en julio de 2021, YPFB informó que el PRU logró avances significativos, aunque insuficientes para resolver la crisis actual. Entre los pozos más relevantes destacan Mayaya Centro-X1 y Bermejo-X46D. El descubrimiento de Mayaya Centro X1, ubicado en el norte de La Paz, y con un potencial estimado de 1,7 TCF, fue reconocido por S&P Global Commodity Insights como uno de los hallazgos más importantes de la región. No obstante, falta avanzar en la fase de exploración y explotación, cuantificar las reservas con exactitud, evaluar costos y determinar la rentabilidad del proyecto. También se debe considerar la existencia de limitaciones que afecten su sustentabilidad.
Algo similar ocurre con Bermejo X46D, en Tarija, que, según datos de YPFB, proyecta una producción de 20 millones de pies cúbicos día (MMpcd), empero continúa en etapa de evaluación técnica. Son descubrimientos promisores, pero no representan soluciones inmediatas.
La crisis energética, agravada por la situación económica general, exige medidas urgentes y decisiones estructurales. Los hallazgos recientes no transformarán la realidad a corto plazo: convertir un descubrimiento en producción efectiva toma años y requiere condiciones que aún no se garantiza plenamente.
A largo plazo, sin embargo, estas señales pueden representar el inicio de una nueva etapa. El país tiene la oportunidad de recuperar su vocación gasífera si consolida estos proyectos y amplía la exploración en áreas no tradicionales. Mayaya Centro X-1 deja un mensaje: es posible encontrar gas fuera de las cuencas convencionales.
La empresa estatal debe ubicarse en el centro de cada decisión estratégica, fortalecerse institucionalmente y operar con el mismo rigor técnico y competitivo que demuestran otras petroleras de la región.
Bolivia necesita que YPFB adopte una lógica similar: ser una empresa estatal fuerte, moderna y competitiva, capaz de liderar proyectos, atraer inversiones de socios estratégicos y garantizar que cada negociación —desde la exploración hasta la comercialización— responda al interés nacional y no quede rezagada frente a los operadores internacionales.
El país enfrenta hoy un momento decisivo. Los descubrimientos no resuelven la crisis, pero abren un camino: con gestión responsable, visión de futuro e inversiones adecuadas, Bolivia puede reconstruir el dinamismo gasífero que alguna vez impulsó su desarrollo. La esperanza existe, pero no debe confundirse con inmediatez.
The post El futuro del gas: entre la esperanza y la urgencia appeared first on La Razón.
Sigue leyendo...
Revise también: Comunicación estatal: un giro posible
Entre 2010 y 2014, Bolivia atravesó uno de los periodos más prósperos de su historia reciente en materia de exportación de gas. Según datos del Ministerio de Economía, solo en 2014 los ingresos por este recurso alcanzaron los Bs 52.174 millones, mientras el país registraba su mayor volumen de producción y exportación. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), ese año se produjeron 22.187,95 millones de metros cúbicos (MMm³) y se exportaron 17.889,71 MMm³, cifras que muestran el auge hidrocarburífero.
El motor de este crecimiento fueron los megacampos Sábalo, San Alberto, Margarita-Huacaya e Incahuasi-Aquío que, según el Reporte de Gestión 2010–2014 de YPFB, llegaron a aportar hasta el 75% de la producción nacional, equivalente a 44–49 millones de metros cúbicos por día (MMmcd). Durante esos años, la economía boliviana se sostuvo sobre una base sólida de ingresos energéticos que garantizaban estabilidad fiscal y un flujo constante de divisas.
Ese panorama, sin embargo, quedó atrás. De acuerdo con la Cámara Boliviana de Hidrocarburos y Energía (CBH), la producción cayó a niveles críticos, al punto de que Bolivia conserva hoy un solo mercado externo activo: la exportación de gas a Brasil. La combinación de exploración insuficiente, el agotamiento natural de los campos maduros y la falta de inversiones oportunas desembocó en una crisis estructural que no ofrece soluciones a corto plazo.
En un intento de revertir este escenario, a partir de 2021 se impulsó el Plan de Reactivación del Upstream (PRU), liderado por YPFB. El objetivo era retomar la exploración perdida y abrir nuevas fronteras energéticas. Sin embargo, la exploración hidrocarburífera es un proceso de largo alcance que exige rigor técnico, estabilidad normativa e inversión constante. En un país que atraviesa una situación económica precaria, estos requisitos representan desafíos adicionales.
Desde su puesta en marcha, en julio de 2021, YPFB informó que el PRU logró avances significativos, aunque insuficientes para resolver la crisis actual. Entre los pozos más relevantes destacan Mayaya Centro-X1 y Bermejo-X46D. El descubrimiento de Mayaya Centro X1, ubicado en el norte de La Paz, y con un potencial estimado de 1,7 TCF, fue reconocido por S&P Global Commodity Insights como uno de los hallazgos más importantes de la región. No obstante, falta avanzar en la fase de exploración y explotación, cuantificar las reservas con exactitud, evaluar costos y determinar la rentabilidad del proyecto. También se debe considerar la existencia de limitaciones que afecten su sustentabilidad.
Algo similar ocurre con Bermejo X46D, en Tarija, que, según datos de YPFB, proyecta una producción de 20 millones de pies cúbicos día (MMpcd), empero continúa en etapa de evaluación técnica. Son descubrimientos promisores, pero no representan soluciones inmediatas.
La crisis energética, agravada por la situación económica general, exige medidas urgentes y decisiones estructurales. Los hallazgos recientes no transformarán la realidad a corto plazo: convertir un descubrimiento en producción efectiva toma años y requiere condiciones que aún no se garantiza plenamente.
A largo plazo, sin embargo, estas señales pueden representar el inicio de una nueva etapa. El país tiene la oportunidad de recuperar su vocación gasífera si consolida estos proyectos y amplía la exploración en áreas no tradicionales. Mayaya Centro X-1 deja un mensaje: es posible encontrar gas fuera de las cuencas convencionales.
La empresa estatal debe ubicarse en el centro de cada decisión estratégica, fortalecerse institucionalmente y operar con el mismo rigor técnico y competitivo que demuestran otras petroleras de la región.
Bolivia necesita que YPFB adopte una lógica similar: ser una empresa estatal fuerte, moderna y competitiva, capaz de liderar proyectos, atraer inversiones de socios estratégicos y garantizar que cada negociación —desde la exploración hasta la comercialización— responda al interés nacional y no quede rezagada frente a los operadores internacionales.
El país enfrenta hoy un momento decisivo. Los descubrimientos no resuelven la crisis, pero abren un camino: con gestión responsable, visión de futuro e inversiones adecuadas, Bolivia puede reconstruir el dinamismo gasífero que alguna vez impulsó su desarrollo. La esperanza existe, pero no debe confundirse con inmediatez.
(*) Alejandra Alarcón Suárez es ingeniera petrolera y magíster en Procesos, Gas Natural, Transformación e Industrialización
The post El futuro del gas: entre la esperanza y la urgencia appeared first on La Razón.
Sigue leyendo...