El diagnóstico de Álvaro Vargas Llosa sobre el clima político en América Latina

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Lucero Maldonado

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Álvaro Vargas Llosa, quien reside en Nueva York, visitó este martes 25 de noviembre Panamá para ser moderador del Seminario ‘Desarrollo, democracia y libertad en Iberoamérica’ en el que participaron expresidentes de América Latina para debatir sobre retos que atraviesa la región.

Vargas Llosa es el actual presidente de FIL (Fundación Internacional para la Libertad), fundada por su padre el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. El encuentro fue organizado por la Fundación Libertad de Panamá.

¿Cuáles países de la región le parecen que son el termómetro del futuro en cuanto a desarrollo, democracia y libertad?


Acabo de estar hace pocos días en Chile y espero y tengo la esperanza de que retome la vía, sigue siendo un país institucionalmente muy fuerte, con partidos políticos, y con una clase media que cuando se ponen en peligro ciertos valores, reacciona. Eso no lo hay en muchos países de América Latina. Uruguay lleva desde el siglo XIX con un alto grado de estabilidad con algunas interrupciones. Es un país donde ciertas políticas de Estado se mantienen, aunque gobierne la izquierda. Allí no importa mucho el signo ideológico. Y hay países que están progresando fuera del radar como Paraguay. Costa Rica hoy está con retrocesos significativos desde el punto institucional.

¿Qué ha mantenido a Chile y Uruguay en desarrollo?


Ellos tuvieron un Siglo XIX mejor que el de otros países, hay una tradición. Segundo, hay una izquierda que aprendió ciertas lecciones. En Chile, la izquierda socialdemócrata prevaleció a la caída de Pinochet y fue la que dio la estabilidad junto con la centro derecha. Desgraciadamente, esa izquierda ha sido desplazada por una izquierda más revolucionaria. Pero ahora la sociedad chilena ha reaccionado, eso ha obligado al actual presidente a moderar mucho su accionar.

Álvaro Vargas Llosa es un ensayista, periodista y conferencista, enfocado en temas de política internacional y economía política. Foto/Lucero Maldonado

En Uruguay pasó lo mismo, tuvo una etapa revolucionaria de la izquierda, y esa izquierda aprendió ciertas lecciones y volvió a un cauce tipo social demócrata. Por ejemplo, Perú es un país donde la izquierda no solo no ha aprendido la lección sino que está cada vez más radicalizada. Y eso le da una inestabilidad política enorme. Brasil, el más importante en términos demográficos y económicos de América Latina, está en manos de un personaje que debería dar un ejemplo a la izquierda latinoamericana, ser un modelo, sin embargo se dedica a la demagogia, a prohijar dictaduras de todo tipo en la región, incluso a aplaudir cosas que él a lo mejor no hace en casa. Si la izquierda actúa con responsabilidad, le da estabilidad al modelo. De la izquierda no vamos a prescindir, no va a desaparecer, entonces, si es una izquierda revolucionaria va desestabilizar; si es una izquierda moderada, socialdemócrata, liberal, es un factor de desarrollo.

Saliendo de Latinoamérica ¿Qué país ha logrado esa compatibilidad?


Irlanda dio el salto, lo conozco muy de cerca porque fui corresponsal muchos años y me tocó cubrir todo el drama irlandés. Irlanda era un país muy atrasado, tenía un per cápita muy por detrás de la media europea. Hoy es un país fantástico, donde cambian los gobiernos y no cambian las políticas principales. Portugal es otro país que ha dado un salto muy importante, la izquierda portuguesa ha contribuido, se ha moderado, se ha vuelto una izquierda muy civilizada.

Si usted pudiera elegir una reforma económica para Latinoamérica para los próximos cinco años ¿En qué se basaría?


Hay muchas, una fundamental es la monetaria, todavía no hemos aprendido la lección elemental, hay muchos países que tienen un alto grado de inflación en América Latina porque donde hay estabilidad monetaria, hay estabilidad en otros sentidos. Otra, es la reforma del Estado, tenemos Estados que abarcan demasiado y aprietan muy poco. Si el Estado latinoamericano no fuera lo elefantiásico, probablemente no tendríamos el problema de inseguridad que se ha vuelto el número uno de la región ¿cómo es posible que teniendo estados tan grandes, la responsabilidad número uno que es la seguridad, no la podamos acometer? Estamos haciendo muchas cosas que no deberíamos hacer como Estados.

En el orden usual: Álvaro Vargas Llosa, Guillermo Lasso e Iván Duque. Foto/Lucero Maldonado

¿Cuáles son esas muchas cosas que no deberíamos hacer?


Tenemos Estados que son empresarios. Estados que se dedican a sobrerregular muchas áreas de la economía. Tenemos Estados donde la separación de poderes no se da. Hay una injerencia política monumental en nuestro poder judicial. Un gobierno no tiene la tarea de hacer justicia, eso lo hace el poder judicial, que es parte del Estado pero de otra forma. Y nuestros estados también tienen un problema monumental de corrupción. Es muy difícil cuando la sociedad observa en su Estado la fuente de la corrupción, y que esa sociedad no tenga un desapego a la política y un escepticismo por la democracia. Gran parte de los fenómenos antisistema que estamos viviendo se deben al escepticismo que tienen los jóvenes frente al Estado por la corrupción.

¿Cuáles son las oportunidades únicas de Panamá para ser modelo de economía y democracia?


Ustedes lo tienen todo. Primero, tienen una ubicación estratégica; en segundo lugar, tienen la relación con el mundo. Tienen una relación con Asia, Estados Unidos, América Latina y Europa. Obviamente, por razones comerciales, pero la tienen y está ahí. Por otro lado, Panamá es un país que tiene una cierta tradición de apertura económica. Ha tenido más estatistas, menos estatistas, pero en general es un país que sabe que si va demasiado lejos en una dirección pone en peligro la gallina de los huevos de oro.

Álvaro Vargas Llosa fue moderador del Seminario ‘Desarrollo, democracia y libertad en Iberoamérica’. Foto/Lucero Maldonado

¿A cuál gallina de los huevos de oro se refiere?


A la apertura al mundo, a la mentalidad. Lo demás es consecuencia de una mentalidad. Nicaragua es un país que también tiene llegada a dos océanos y miren el estado en que está. La mentalidad primero, luego lo demás.

¿Cuánto debe preocuparnos la penetración de China en Latinoamérica desde la perspectiva de democracia y libertad?


Yo no comparto la idea de que nosotros tenemos que romper con China o aislarnos de China, o crear barreras contra China. Pero también es cierto que no hay un grado de independencia demasiado grande entre las empresas privadas chinas y el Estado o gobierno chino. Hay una injerencia política que no se puede negar. Entonces hay que mantener un equilibrio. Pero yo no estoy de acuerdo con la idea de tratar de aislar América Latina de China. Simplemente no tiene sentido. China es un país demasiado importante, tiene demasiado que ofrecer al mundo. En mi propio país, Perú, acaban de construir un puerto muy importante (Chancay). Entonces hay que tener relación con China, comerciar con China, aceptar la inversión china, pero también tenemos que saber que China es un país donde entre la empresa privada y el Estado hay un nivel de contubernio que no es sano. Y eso implica tener un cierto grado de vigilancia y de prevención.

Para finalizar, un libro que recomiende sobre libertad y democracia en el siglo XXI.


Es un libro que no fue escrito en el siglo XXI, pero que le habla al siglo XXI exactamente como si hubiera sido escrito para este siglo, del venezolano Carlos Rangel, se llama Del buen salvaje al buen revolucionario. Si todos nuestros jóvenes en las universidades leyeran ese libro cambiarían de mentalidad.

Hablando de libros, acerca de su padre Mario Vargas LLosa ¿Cuál es para usted el más entrañable?


Tres libros: de la primera época, Conversación en la catedral, de la segunda época, La guerra del fin del mundo, y de la tercera etapa, La fiesta del Chivo.

Los objetos de su padre que más atesora que no sean libros.


Cuando la Academia Francesa lo invitó a ser parte, en la ceremonia que es muy pomposa había que portar una espada, tengo esa espada conmigo, él me la dejó. Y bueno, la medalla del premio Nobel.

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