El andar del borracho

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Mauricio Diaz

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Leonard Mlodinow, doctor en física, coautor con Stephen Hawking de El gran diseño, publicó hace años un inusual texto denominado El andar del borracho, con el que pretendía ilustrar de manera amena y accesible al gran público los principios científicos que demuestran en qué magnitud el azar gobierna nuestras vidas.

La metáfora del “andar del borracho” (o random walk) es el concepto central que Leonard Mlodinow emplea para ilustrar cómo el azar y la aleatoriedad juegan un papel mucho más importante de lo que comúnmente se cree, en una variedad de fenómenos, desde los más pequeños hasta los más grandes y complejos. La imagen se basa en la descripción matemática de un camino o paseo aleatorios, donde una persona (el “borracho”) se mueve a pasos discretos y la dirección de cada paso individual es completamente aleatoria e independiente del paso anterior. La metáfora matemática del “andar del borracho”, se formalizó y popularizó gracias a la explicación de un fenómeno físico muy importante: el movimiento browniano.

En 1827, el botánico Robert Brown observó al microscopio que pequeñas partículas (como granos de polen) suspendidas en un líquido o gas se movían de forma constante, errática y completamente irregular. En 1905, Albert Einstein proporcionó la explicación definitiva y matemática del movimiento browniano. Demostró que el movimiento errático de las partículas suspendidas se debe al incesante e irregular bombardeo de las moléculas invisibles del fluido (agua o aire) circundante. Este trabajo de Einstein fue crucial porque proporcionó la primera prueba cuantitativa de la existencia de átomos y moléculas, que en ese momento todavía era un concepto debatido en la ciencia.

Mlodinow utiliza una multitud de ejemplos que van desde la física y la química hasta la política o las finanzas, pasando por las matemáticas o la filosofía, para demostrarnos que una cantidad de sucesos son el resultado de la aleatoriedad y no tiene explicación alguna. El autor menciona que el principal factor que conspira en contra de una mejor y más beneficiosa percepción de los fenómenos de la vida es la natural predisposición humana hacia el determinismo.

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha pretendido estar en control de su entorno y explicar, en consecuencia, de manera causal, todo lo que sucedía. Hoy en día, la cultura dominante es sin duda la del racionalismo que propugna que todo tiene una explicación lógica y que existe una correlación directa entre lo que ha pasado respecto de lo que está por suceder. De la misma manera, también se trata de explicar todo lo que pasa o pasó mediante intrincadas, pero casi siempre aceptadas, argumentaciones “coherentes” que nos permitan la ilusión de “saber” lo que acontece.

Nada más leamos los comentarios que inundan los medios de comunicación masiva y que nos “explican” porque éste u otro equipo de fútbol ganó o perdió. Cada analista deportivo tiene su versión, pero el rasgo común es el tratar de convencernos de que sucedió lo que tenía que suceder; o sea, que se dio lo esperado, lo lógico. Pasa igual que después de cada elección general, autonómica o parlamentaria. Todos tratan de explicar por qué ganó el que ganó, extremando los recursos para establecer que ése era el resultado más probable.

Pero la verdad es que la realidad y el resultado de cualquier evento dependen mucho más del azar que de la razón o la lógica. Estoy seguro de que esos mismos analistas que hoy nos tratan de convencer, de que lo que afirman era la carta más obvia para respaldar su afirmación, nos estarían explicando de mil maneras distintas si el azar hubiese conspirado en sentido contrario.

Como dice Mlodinow, es propio de la naturaleza humana buscar patrones para asignarles significado cuando los encontramos. Así nace la idea de que es el destino el que gobierna nuestras vidas y no el azar. Mas todo parece indicar que este es solo un subterfugio para no aceptar cuán expuestos estamos a la suerte… a no ser que creamos que el azar es el seudónimo que usa Dios cuando no quiere firmar.

Ricardo V. Paz Ballivián es sociólogo

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