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Giovanna Alvear
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El cerebro procesa estímulos de forma constante. Para concentrarse, necesita filtrar distracciones y priorizar la información relevante. Ese equilibrio se rompe en trastornos como el TDAH, donde la atención se vuelve inestable. Un nuevo estudio científico identificó un gen clave que ayuda a disminuir el ‘ruido’ mental y a mejorar la concentración, lo que plantea un enfoque terapéutico distinto al uso tradicional de estimulantes.
La investigación, publicada en la revista Nature Neuroscience, propone una alternativa: en lugar de aumentar la actividad cerebral, busca calmarla. El trabajo se realizó en ratones y señala al gen Homer1 como un regulador central de la atención. Al reducir su acción en etapas tempranas del desarrollo, los científicos observaron una mente más tranquila y respuestas más precisas ante los estímulos relevantes.
El equipo liderado por Priya Rajasethupathy, jefa de laboratorio de la Universidad Rockefeller, analizó el genoma de casi 200 ratones. Los animales provenían de ocho líneas parentales distintas, algunas con ancestros salvajes, para reproducir la diversidad genética presente en las poblaciones humanas. El objetivo fue detectar variantes genéticas asociadas al rendimiento en tareas de atención.
Los resultados mostraron que los ratones con mejor desempeño tenían niveles más bajos del gen Homer1 en la corteza prefrontal, región clave para la atención. Ese gen se ubicó en un locus genético que explicó cerca del 20 % de la variación observada entre los animales, un efecto que los investigadores calificaron como muy significativo.
El análisis detallado reveló que dos variantes del gen, conocidas como Homer1a y Ania3, explicaban las diferencias. Los ratones más atentos presentaban niveles naturalmente reducidos de estas versiones. Cuando los científicos disminuyeron su expresión en ratones adolescentes, dentro de una ventana crítica del desarrollo, los animales reaccionaron con mayor rapidez, cometieron menos errores y se distrajeron menos en varias pruebas conductuales.
El mismo procedimiento en ratones adultos no produjo cambios. Ese resultado sugiere que la influencia de Homer1 se concentra en un período temprano de la vida, cuando los circuitos de atención aún se están formando.
El estudio también mostró qué ocurre a nivel celular. Al reducir Homer1 en las neuronas de la corteza prefrontal, las células aumentaron sus receptores de GABA, que actúan como frenos del sistema nervioso. Esa modificación estableció una base neuronal más tranquila y permitió ráfagas de actividad más enfocadas cuando aparecían señales importantes.
En lugar de activarse de forma indiscriminada, las neuronas reservaron su respuesta para los momentos clave. “La atención también consiste en bloquear todo lo demás”, explicó Rajasethupathy, quien reconoció que el hallazgo contradijo la idea inicial de que más atención implicaba más actividad cerebral.
Para Zachary Gershon, investigador posdoctoral y coautor del estudio, el mecanismo tiene sentido. Actividades como la respiración profunda, la meditación o la atención plena buscan calmar el sistema nervioso y suelen mejorar la concentración. Los resultados del estudio apuntan en esa misma dirección.
Actualmente, los tratamientos para el TDAH se basan sobre todo en fármacos estimulantes. Los nuevos hallazgos sugieren la posibilidad de desarrollar medicamentos orientados a reducir el “ruido” cerebral. Además, estudios previos ya vincularon a Homer1 con el TDAH, el autismo y la esquizofrenia, lo que amplía su relevancia clínica.
El laboratorio de Rajasethupathy continuará investigando la genética de la atención. El objetivo es lograr terapias precisas que ajusten los niveles de Homer1 y permitan regular, a nivel molecular, la relación entre señal y ruido en el cerebro.
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La investigación, publicada en la revista Nature Neuroscience, propone una alternativa: en lugar de aumentar la actividad cerebral, busca calmarla. El trabajo se realizó en ratones y señala al gen Homer1 como un regulador central de la atención. Al reducir su acción en etapas tempranas del desarrollo, los científicos observaron una mente más tranquila y respuestas más precisas ante los estímulos relevantes.
El papel del gen Homer1 en la atención
El equipo liderado por Priya Rajasethupathy, jefa de laboratorio de la Universidad Rockefeller, analizó el genoma de casi 200 ratones. Los animales provenían de ocho líneas parentales distintas, algunas con ancestros salvajes, para reproducir la diversidad genética presente en las poblaciones humanas. El objetivo fue detectar variantes genéticas asociadas al rendimiento en tareas de atención.
Los resultados mostraron que los ratones con mejor desempeño tenían niveles más bajos del gen Homer1 en la corteza prefrontal, región clave para la atención. Ese gen se ubicó en un locus genético que explicó cerca del 20 % de la variación observada entre los animales, un efecto que los investigadores calificaron como muy significativo.
El análisis detallado reveló que dos variantes del gen, conocidas como Homer1a y Ania3, explicaban las diferencias. Los ratones más atentos presentaban niveles naturalmente reducidos de estas versiones. Cuando los científicos disminuyeron su expresión en ratones adolescentes, dentro de una ventana crítica del desarrollo, los animales reaccionaron con mayor rapidez, cometieron menos errores y se distrajeron menos en varias pruebas conductuales.
El mismo procedimiento en ratones adultos no produjo cambios. Ese resultado sugiere que la influencia de Homer1 se concentra en un período temprano de la vida, cuando los circuitos de atención aún se están formando.
Calmar el cerebro como estrategia terapéutica
El estudio también mostró qué ocurre a nivel celular. Al reducir Homer1 en las neuronas de la corteza prefrontal, las células aumentaron sus receptores de GABA, que actúan como frenos del sistema nervioso. Esa modificación estableció una base neuronal más tranquila y permitió ráfagas de actividad más enfocadas cuando aparecían señales importantes.
En lugar de activarse de forma indiscriminada, las neuronas reservaron su respuesta para los momentos clave. “La atención también consiste en bloquear todo lo demás”, explicó Rajasethupathy, quien reconoció que el hallazgo contradijo la idea inicial de que más atención implicaba más actividad cerebral.
Para Zachary Gershon, investigador posdoctoral y coautor del estudio, el mecanismo tiene sentido. Actividades como la respiración profunda, la meditación o la atención plena buscan calmar el sistema nervioso y suelen mejorar la concentración. Los resultados del estudio apuntan en esa misma dirección.
Actualmente, los tratamientos para el TDAH se basan sobre todo en fármacos estimulantes. Los nuevos hallazgos sugieren la posibilidad de desarrollar medicamentos orientados a reducir el “ruido” cerebral. Además, estudios previos ya vincularon a Homer1 con el TDAH, el autismo y la esquizofrenia, lo que amplía su relevancia clínica.
El laboratorio de Rajasethupathy continuará investigando la genética de la atención. El objetivo es lograr terapias precisas que ajusten los niveles de Homer1 y permitan regular, a nivel molecular, la relación entre señal y ruido en el cerebro.
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