Crónica de Viena

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Gustavo Gorriti

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Uno camina por el majestuoso edificio central de la universidad de Viena y “escucha con los ojos” la elocuencia monumental de su arquitectura, en proclama de su misión: que el conocimiento marca el triunfo de la luz sobre la oscuridad.

Apenas se necesita despertar la imaginación para entrever, a través del tiempo, a varios de los más brillantes intelectuales del siglo XIX y el XX, en ese mismo lugar majestuoso, exponiendo, discutiendo, pensando, descubriendo en plena intensidad creativa. Brentano, Husserl y Popper; Freud y Hayek…, y el Círculo de Viena.

Esos mismos corredores y bibliotecas, aulas y salones atestiguan también que la oscuridad nunca dejó de contraatacar a la luz.

El edificio, soñado como templo de la razón universal –que hacia fines del siglo XIX representó a la universidad entonces más notable de la cultura europea– fue el lugar en el que pocas décadas después, en 1936, fue asesinado el filósofo Moritz Schlick, fundador del Círculo de Viena. El asesino fue indultado dos años después, luego de la Anschluss (la anexión de Austria a la Alemania nazi). Por largos años, la oscuridad imperó sobre la luz

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Gran Salón Ceremonial de la Universidad de Viena.

El Großer Festsaal, o Gran Salón Ceremonial, dentro del edificio principal, recobra y mantiene ahora la representación de la grandeza intelectual de la ciudad en la última parte del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX.

Aún en ese salón inmenso la controversia contempla, en blanco y negro, desde los techos.

Los murales encargados a comienzos del siglo XX al pintor Gustave Klimt, para representar la Historia, la Filosofía, el Derecho y la Teología, provocaron una controversia tan fuerte [se los tildó hasta de pornográficos] que Klimt hubo de retirar sus pinturas y devolver el dinero.

Las pinturas retiradas del techo ardieron en un incendio al fin de la segunda guerra.

Solo quedaron unas fotos en blanco y negro que ahora, este 24 de octubre por la noche, miran desde el techo que sus originales ocuparon, el reconocimiento de luchas por la libertad y el responso de tragedias en la ceremonia que, en su 75 aniversario, hace el Instituto Internacional de Prensa para galardonar a siete periodistas elegidos como “Héroes Mundiales de la Libertad de Prensa”.

Es el escenario adecuado: la universidad abocada a la excelencia en el avance del conocimiento, pero que padeció por unos años el yugo destructor del oscurantismo, honra a la libertad de prensa, otro de los valores supremos de una sociedad sana, que es, sin embargo, atacado en el mundo entero.

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Los premiados son fundadores y/o directores de medios, periodistas de investigación y corresponsales de guerra. (Foto: Ronja Kosniken/IPI)

Es una celebración y a la vez un responso. Siete periodistas hemos sido honrados con ese galardón. Solo tres estamos presentes para recibirlo. Somos Martin Baron, de Estados Unidos; Tesfalem Waldyes, de Etiopía; y yo, del Perú.

Dos periodistas no podrán recibirlo personalmente, pues están en prisión. Son Mzia Amaglobeli, de Georgia; y Jimmy Lai, de Hong Kong.

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Mzia Amaglobeli. (Foto: OC-medi.org)
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Jimmy Lai. (Foto: wan-infra.org)

Otras dos periodistas no podrán recibirlo jamás, pues murieron cumpliendo su misión de periodistas. Fueron Mariam Abu Dagga, de Gaza; y Victoria Roshchyna, de Ucrania. El galardón póstumo es a la memoria de su inmenso coraje, que les costó la vida.

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Mariam Abu Dagga. (Foto: RFI.fr)
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Victoria Roshchyna. (Foto: united24media.com)

Siete nombrados. Tres presentes, cuatro ausentes. Dos que no llegarán jamás.

Esa sencilla aritmética indica el estado de la libertad de prensa en el mundo.

La ceremonia, como pueden ver, fue emotiva, con una intensidad sobria y controlada que potenció su fuerza expresiva. En nuestros discursos, al recibir el reconocimiento, todos coincidimos en los graves retrocesos que han sufrido las democracias y las libertades más básicas en el mundo entero. No es que antes las cosas estuvieran bien. Lo que sucede es que ahora están mucho peor.

Tesfalem Waldyes, de Etiopía, ha padecido detenciones, cárcel, hostigamiento, acusaciones de toda laya y nivel de absurdo, pero no ha dejado de reportear ni de revelar desde el lugar de los hechos (casi siempre dramáticos) la realidad de lo que sucede en su país. Modesto hasta la timidez, sus primicias, reportajes y revelaciones son el relato objetivo de su intrepidez como periodista para darle a su pueblo la información que, sin denodados esfuerzos como el suyo, no se hubiera conocido.

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Tesfalem Waldyes. (Foto: IPI)

El gran periodista estadounidense Martin Baron, exdirector del Miami Herald, del Boston Globe y del Washington Post, bajo cuya dirección las tres redacciones a cargo ganaron 18 premios Pulitzer, 11 de los cuales en el Washington Post, conoce como pocos las dinámicas del ecosistema de la prensa en su país.

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Martin Baron. (Foto: Vox.com)

“Hasta hace una década” dijo en su discurso de aceptación del premio, “di por garantizado que siempre tendríamos una prensa libre en Estados Unidos. Ya no la consideraré más como garantizada. Ahora, como muchos otros periodistas estadounidenses, me inspiro en nuestros colegas de otras naciones que han enfrentado mayores presiones que nosotros. Los vemos a ustedes como ejemplos del espíritu indómito que se necesita”.

Y aquí está mi discurso:


(Video: Instituto Internacional de Prensa)

La voz de los periodistas encarcelados llegó a través de sus colegas o familiares. En el caso de Mzia Amaglobeli, de Georgia, lo hizo Tamar Rukhadze, directora adjunta de Batumelebi y Netgazeti, medios fundados por Amaglobeli.

Pero la voz de Amaglobeli llegó también, nítida y directa, con un mensaje inequívoco:

“Mi prisión y la injusticia que confronto” dijo Amaglobeli en su mensaje “son parte del hostil escenario en el que operan los periodistas de Georgia. [Pero] Este galardón nos recuerda que nuestros sacrificios no son invisible y que la comunidad internacional nos apoya. […] Ello nos anima a continuar con la defensa de la libertad de prensa, puesto que al hacerlo defendemos a la propia democracia”.

El costo de los sacrificios sufridos por Amaglobelli ha sido alto. Ha sido arbitrariamente arrestada y condenada luego, pese a las intensas protestas en su favor, a dos años de prisión. Otras medidas de presión contra sus publicaciones se han aplicado, con descaro, por el gobierno de Georgia.

Ello logró un resultado: intensificar la resistencia de Amaglobelli, que a su turno ha servido de ejemplo y estímulo a la sociedad civil.

En una carta escrita desde la prisión, Amaglobelli expresó que “la libertad es mucho más valiosa que la vida, y está ahora en juego. Luchen ahora, antes de que sea tarde”.

Esa lucha le ha cobrado un alto precio hasta ahora. Debilitada por una huelga de hambre de cinco semanas, Amaglobelli ha perdido casi toda la vista. Pero su férrea determinación ha galvanizado el apoyo internacional y la movilización de la sociedad civil.

Desafiante ante la corte de jueces con una condena ya preparada, Amaglobelli les dijo, antes de la sentencia: “Al margen de la decisión que ustedes tomen, sepan que yo me considero victoriosa”.

Y luego de la sentencia, repitió a los jueces: “… la lucha continuará, ¡hasta la victoria!”.

Empresario exitoso devenido dueño de medios y activista por la libertad en Hong Kong, Jimmy Lai, enfrenta ahora a una de las maquinarias represivas más sofisticadas y completas del mundo: la del gobierno chino. En prisión y bajo ataque en numerosos frentes, el fundador, entre otros periódicos, del célebre Apple Daily, ha visto cerrar sus medios, ha sufrido grandes pérdidas (empezando por su libertad, ahora bajo un confinamiento riguroso), pero no se ha doblegado. Cuando la oleada represiva se abatió sobre él, Lai decidió resistir.

En una entrevista con la BBC, en 2020, Lai dijo que “si [el gobierno chino] puede infundirte miedo, esa es la forma más fácil de controlarte”. Infundir miedo, añadió, resulta “la manera más barata y efectiva de controlar a la gente”. Si lo encarcelaban, añadió, pasaría de “vivir pacíficamente” a “una vida con significado”.

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Jimmy Lai fue arrestado en el 2020. (Foto: hrw.org)

Entre lágrimas, reconoció temer por su familia, pero ello no lo llevó a capitular sino a permanecer fiel a sus principios.

Al recibir en su nombre el galardón, su hijo, Sebastien Lai dijo que era “increíblemente desgarrador decir estas palabras, pero a la vez increíblemente inspirador ver a este hombre que, a través de ese duro calvario, que estremece el alma, permanece fuerte y enhiesto”.

El momento más sombrío y conmovedor de la noche fue la entrega póstuma del galardón a las periodistas que murieron abatidas en dos guerras: Gaza y Ucrania.

El 25 de agosto pasado, Mariam Abu Dagga murió, junto con otros cuatro periodistas, en un ataque israelí en Gaza. Una de las mujeres periodistas que con mayor intensidad cubrieron la guerra, Dagga trabajó como free lancer para la Associated Press y para el medio Independent Arabia. Sus fotografías documentaron las espantosas calamidades de la guerra en Gaza.

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Mariam Abu Dagga. (Foto: IPI)

“Mariam produjo impactantes fotos y vídeo, que capturaron las vidas de palestinos confrontados por graves circunstancias, incluyendo familias desplazadas de sus hogares y médicos atendiendo a niños heridos y desnutridos” dijo Julie Pace, editora ejecutiva de la Associated Press, “continuamos devastados por su muerte y continuamos buscando las respuestas a cómo asegurar la protección de los periodistas que cubren esta guerra”.

“[Dagga] fue conocida por su coraje, sinceridad y dedicación a su misión periodística” declaró Adwhan Alahmari, director de Independent Arabia, el diario con el que Dagga colaboró como free lance, “ella mostró al mundo la cruda realidad del sufrimiento de civiles y las condiciones humanitarias en uno de los más difíciles y peligrosos escenarios”.

“[Mariam] fue un ejemplo de una periodista libre que tuvo como misión la verdad”, agregó Alahmari.

Joven madre, Dagga dejó una carta de despedida a su hijo. Murió apenas pasados los treinta años.

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Victoria Roshchyna. (Foto: Forbiddenstories.org/cortesía de hromadske.ua)

Si la corresponsalía de guerra supone serios peligros, Victoria Roshchyna llevó a cabo el más peligroso de todos los reportajes bélicos: cruzar las líneas del frente para reportear e investigar en zonas ocupadas por el invasor.

Roshchyna, periodista free lance ucraniana entró a las zonas ocupadas por fuerzas rusas, para investigar las denuncias sobre crímenes de guerra rusos. Cuando, a mediados de 2023, Roshchyna ingresó al territorio ocupado, en Zaporizhia, no lo hizo por primera vez. Ya había cruzado las líneas del frente en varias oportunidades y logrado retornar en circunstancias y episodios de peligro extremo.

¿Qué la llevó a emprender y repetir misiones que bordeaban el suicidio? Según sus colegas, Roshchyna sintió que era su deber investigar y descubrir las condiciones en las que vivían sus compatriotas bajo el control militar ruso.

El objetivo del viaje en 2023 fue investigar la existencia de centros de detención clandestina y eventual tortura y desaparición para civiles ucranianos.

Pero la extraordinaria buena suerte que le había permitido sobrevivir los anteriores ingresos, se agotó esta vez. Roshchyna desapareció. Casi un año después, las autoridades rusas informaron a la familia de Roshchyna, que tenían detenida a esta en alguna de las prisiones secretas del sistema que ella había tratado de investigar.

La esperanza de recuperar a Roshchyna a través de un trueque de prisioneros se esfumó cuando su familia recibió una carta de las autoridades rusas informándole del fallecimiento de la periodista.

Poco después, en un intercambio de prisioneros y de cadáveres, el cadáver de Roshchyna, mal identificado, mutilado y con evidentes signos de tortura, fue entregado a Ucrania.

Una investigación colaborativa, dirigida por Forbidden Stories, en la que participaron medios como The Guardian y Ukrainska Pravda, donde colaboró Roshchyna, pudo reconstruir desde el inicio de la fatídica misión de esta, su captura, internamiento en los centros clandestinos de interrogación y tortura, los tormentos que sufrió, su traslado a otros centros en los que se extinguió su vida.

La investigación que ella se propuso llevar a cabo fue realizada por otros, colegas que en su nombre y homenaje, siguieron y reconstruyeron su ruta de tormento y martirio y través de ella descubrieron y revelaron lo que ella intentó dar a conocer. Al fin, fue ella quien guió a los reporteros y, con su vida, entregó el reportaje.

Murió a los 27 años.

Un galardón adicional, el Free Media Pioneer, que reconoce a los medios que enfrentan las dificultades y tribulaciones de los precarios ecosistemas periodísticos, con determinación, innovación y creatividad, fue otorgado a los medios independientes de Hungría, el epicentro de la ultraderecha en Europa.

“No siempre es fácil ser un periodista en Hungría” dijo Márton Kárpáti, CEO de Telex. Fue, quizá, el eufemismo de la noche y celebrado como tal.

Kárpáti terminó su intervención con un mensaje de vigor y determinación que llegó a todos, que pudo haber salido no solo de Budapest sino de las muchas redacciones acosadas, de los reportajes amenazados, de las violencias en proceso, desde las cárceles abiertas y secretas, desde todo lugar donde una periodista, un periodista se reafirma en revelar la verdad de los hechos frente a las fuerzas malignas de la mentira.

“Pese a todas las dificultades” dijo Kárpáti “¡persistan, no se rindan jamás, difundan la verdad!”.

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