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Jenny Martínez
Guest
No nos merecemos precios tan altos en los productos y servicios en Ecuador
Sabiendo ahora, la mayoría de gente, como fruto de la democratización de la información y comercio con la China y otros países, cuánto realmente cuesta un producto importado, que acá se vende a 4 o 5 veces más de su valor -no digamos costo, el gobierno debe promover que las grandes empresas, como se hiciera años atrás, fomenten realmente nuestra producción nacional en productos textiles con buena calidad y materia prima para su producción, perfumes con fragancias naturales sin químicos, papel menos costoso para hacer más sostenible la lectura de periódicos y libros hoy con insólitos y prohibitivos precios, carros eléctricos, aunque vayamos empezando de a poco y con mejores seguridades que los que irresponsablemente nos venden -y nosotros comercializamos- desde el extranjero, medicinas sin ganar las empresas el 100% y hasta el 500% como ocurre inhumanamente en la actualidad, etc. Solo 3 de cada 10 ecuatorianos tienen un “empleo adecuado” según el Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos. Ecuador merece menos codicia, más competencia, menos monopolio, más apoyo al emprendimiento. La ecuación es fácil. Si queremos menos jóvenes inmersos en el mundo de la delincuencia, porque no tienen para llevar un pan a casa, o peor aún, esclavizados en el mundo criminal de la droga, se requiere no solo fortalecer la salud y educación pública, que puede incrementar ese número de consumidores, si lo quieren ver desde ese punto de vista, o sencillamente dotar de mayor dignidad al pueblo que tras 200 años no cambia su historia de pobreza. A propósito de pobreza y esclavitud, ¿cuándo la Asamblea o el Ministerio de Trabajo propone cambiar los explotadores horarios de los guardias de seguridad, que mueren de frío de noche porque los edificios no les proveen de calefón -a cuenta de que “se van a dormir”, o que no tienen un sillón adecuado, por la misma inhumana razón? Estos héroes, como ocurre con los profesionales de la salud, deberían trabajar máximo 6 horas en los turnos nocturnos, para no dañar su cerebro, su memoria, su familia. Hasta cuándo tanta injusticia.
Diego Fabián Valdivieso Anda
La amistad que se vuelve hermandad
Se llega tanto a profundizar la amistad, que se viene a constituir un lazo de familiaridad al que llamo hermandad. Porque llegamos a conocernos en la profundidad de sus pensamientos, en su forma de ser,
Su forma de actuar, su carácter, sus gustos y sus debilidades. La hermandad se forma en el momento que lo aceptas tal como es, respetas su criterio, sin afectar en mínimo su afinidad. Ríes y celebras, sin afectarte, hasta bromas pesadas, como naturales. Llegas a conocer tanto su interior que valoras más los sentimientos. Que alguna palabra mal expresada o el tono de voz fuera de lo normal. Hace amena esa chispa de humor que la cosa más minina sirve de regocijo. Juntos encuentran los momentos para compartir penas y alegrías.
Y están siempre atentos a los sucesos diarios que nos afectan. Y muy especial cuando los años se han ido y los achaques asoman. La hermandad sabe perdonar cualquier error, defecto, que se tiene sabiendo que la persona así mismo es, imprudente, necia, sabelotodo, que habla de más, que ostenta. Se cree dueño (a) de la verdad.
Con todos ello la amistad resiste al paso del tiempo. La hermandad es una amistad bien entendida. De respeto. De estar especialmente para ayudar y estar en las buenas y en las malas. Es saber el gusto de comida, los males que sufre y de tener confianza. Para entrar a la cocina sin recelo y ayudar sin que te lo pidan. Entonces la familia de cada uno de ese amigo(a) se convierte en parte. De la conversación, de las ocurrencias y de lo que les afecta o logra. Entonces nuestros padres, nuestros hermanos ya los conocen, aunque no los traten. Y sin querer nuestra amistad se hizo una familia más numerosa y eterna en el sentir ese mismo afecto y cariño de hermano,
El compañerismo desde las aulas del colegio, de la escuela, de la universidad y la relación laboral en el cumplimiento de una labor conlleva sentir ese efecto de conocerse en sus virtudes y en sus defectos Y en su comportamiento, que se llegan a conocer tan profundamente. Que se lo lleva al amigo en el alma y cuando se va para el cielo, (o, en broma, dirán al infierno), se va un hermano (a) Y el dolor se compensa con recordar sus gestos, sus acciones
Y ese cariño está siempre presente, cuando se lo nombra en sus gustos, sus bromas, guardado en nuestros corazones y, al orar, se pide en nuestras oraciones.
Efraín Romero
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