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Jenny Martínez
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La historia de la propina: entre la gratitud y la costumbre social
La propina, ese gesto cotidiano que muchos realizan casi sin pensar, tiene una historia tan antigua como las relaciones humanas basadas en el servicio y la cortesía. Su origen se remonta a la Europa medieval, cuando los señores feudales ofrecían pequeñas monedas a los sirvientes o músicos como muestra de agradecimiento. Con el tiempo, este acto de generosidad se institucionalizó y se convirtió en una práctica social extendida en tabernas, posadas y más tarde en cafés y restaurantes.
El término “propina” proviene del latín propinare, que significa “ofrecer o brindar”. En la Inglaterra del siglo XVII, era costumbre dejar unas monedas “to ensure promptness” (para garantizar rapidez), expresión que dio origen al acrónimo “TIP”, usado en el mundo anglosajón hasta hoy. En Francia, país símbolo del refinamiento, el gesto se transformó en parte de la etiqueta social. De allí se expandió a América durante el siglo XIX, adoptándose con distintas interpretaciones culturales.
En América Latina, la propina llegó de la mano de los europeos y se vinculó a la urbanización y al surgimiento de cafés, fondas y hoteles. En algunos países, como México o Argentina, se la considera una cortesía voluntaria; mientras que en Estados Unidos forma parte esencial del salario de los trabajadores del sector servicios, generando debates sobre su obligatoriedad y equidad laboral.
En Ecuador, la costumbre también se ha consolidado: en la mayoría de restaurantes se incluye una propina del 10% en la factura, reconocida por ley como parte del servicio. No obstante, muchos ciudadanos aún la perciben como un gesto personal de reconocimiento más que como una obligación económica. Más allá de su valor monetario, la propina conserva su esencia: un acto de gratitud. Representa la valoración del esfuerzo ajeno y el reconocimiento de la atención recibida. Sin embargo, también invita a reflexionar sobre la dignidad del trabajo y la necesidad de remuneraciones justas que no dependan únicamente de la voluntad del cliente. Así, la historia de la propina es, en realidad, la historia del agradecimiento convertido en costumbre, y de cómo un simple gesto refleja las complejidades sociales, culturales y económicas de cada época.
Elio Roberto Ortega Icaza
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