Amenazas a las universidades en Costa Rica son «ataques al pensamiento»

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Vinicio Chacón Soto

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“Bukele y el ascenso de la derecha autoritaria en El Salvador: Lecciones para Costa Rica” fue el título anunciado de una conferencia magistral que Carlos Molina, catedrático de filosofía de la salvadoreña Universidad Centroamericana José Simeón Cañas que iba a impartir en la Universidad Nacional (UNA) el pasado 27 de noviembre.

El evento fue organizado por la Fundación Rosa Luxemburgo, la organización Voces Nuestras, el Grupo de Pensamiento Critico y de la propia UNA la Cátedra de Pensamiento Crítico Franz Hinkelammert y el Instituto en Estudios Sociales y de Población (Idespo) y tendría lugar en el Auditorio de la Facultad de Letras y Filosofía.

Sin embargo no se llegó a realizar a causa de una amenaza de ataque armado que recibió la institución días antes, como ya había sucedido a la UCR y al Instituto Tecnológico (TEC) y en su lugar ofreció su conferencia vía YouTube. UNIVERSIDAD tuvo oportunidad de entrevistarle precisamente sobre los temas propuestos para el evento.

La candidata oficialista a la Presidencia abiertamente ha dicho que para enfrentar la crisis de seguridad considera la suspensión de garantías. ¿Hacia dónde lleva esa idea de suspensión de garantías y de restricción de libertades civiles como respuesta a una crisis de seguridad?

La idea le puede parecer muy razonable a muchas personas. Hay que tomar en cuenta que estas libertades civiles para mucha gente resultan ser algo un poco abstracto, “yo no sabía que tenía eso y no sé ni para qué sirve”. Es algo que también tiene que ver con la educación cívica o la falta de educación cívica o cómo se orienta. Pero también hay que pensar en muchas personas que se encuentran en una situación desesperada y piensan que puede ser una buena apuesta de repente perder esto para ganar algo que realmente es lo que yo quiero: salir a la calle y que no vayan a extorsionarme o matarme.

Entiendo que en Costa Costa Rica los asesinatos se han incrementado de una forma alarmante, sicarios muy jóvenes que matan por poco dinero. Cuando esas garantías se suspenden, no necesariamente significa que a largo plazo la sociedad va a estar mejor. Al mismo tiempo, creo que el núcleo de la cuestión es que la paz que se va a conseguir va a ser una paz que se consigue por las armas, la paz armada, o sea, es una paz por la fuerza.

Pero además, hay que hacerse esta pregunta: ¿Qué es lo que alguien con poder consigue adicionalmente cuando suspende garantías? ¿Qué es lo que ha pasado en El Salvador? En realidad se podría combatir las pandillas y la criminalidad si se aplica a la ley y no hace falta que se suspendan las garantías, probablemente hay que hacer una depuración en el aparato judicial, a la vez hay que perseguir la corrupción en las altas esferas. Pero entonces, ¿por qué este político o esta candidata me está hablando de otra cosa? Bueno, porque no quiere hacer eso.

En El Salvador es bastante claro que la suspensión de garantías es un instrumento para apoderarse de la nación de muchas formas. Es como si de repente, en lugar de tener varios cabecillas de pandillas extorsionando a las personas, ahora tenemos uno solo.

Las personas ahora en El Salvador viven con miedo, pero miedo del Estado, miedo de la Fuerza Pública, miedo del ejército que está en las calles como si estuviéramos en guerra años después de que, según el discurso del gobierno, los asesinatos pararon.

¿Qué paralelismos encuentra entre el dictador Bukele y el presidente Chaves?

El presidente Chaves tiene un discurso fundamentalmente confrontativo y dirigido a la zona más visceral de los que le escuchan. Entonces encontraríamos un paralelismo bastante grande.

Debo admitir que no he analizado a fondo la realidad costarricense de los últimos años, aunque estoy informado. Por eso quería comenzar por ahí, porque creo que también puede mostrarnos hasta qué punto puede ser esto un grave peligro para Costa Rica.

Como salvadoreño, la idea que tengo de Costa Rica es la de un país donde se ha venido construyendo a lo largo de décadas una especie de consenso social, que permite a la sociedad funcionar, en la medida de lo posible, bien. Además una garantía en el caso de Costa Rica es que si las cosas de repente no van bien, puedes ir a elecciones y cambiarlas. Esto es lo que desaparece. Es lo que ha desaparecido en El Salvador, pero la raíz la encontramos en el discurso, se va ya poniendo las bases de una forma distinta de entender la política, que podríamos llamar incluso antipolítica.

Sutilmente comienza a transformarse en el discurso y eso empieza a calar en la población. Yo veo ahí un una cuestión preocupante que podríamos decir le rindió mucho fruto, fue muy exitoso para el caso de Bukele en El Salvador y que acá uno lo puede percibir.

Su conferencia se debió transmitir por YouTube en lugar de realizarla de manera presencial a causa de una amenaza de ataque armado. Tristemente no podemos hablar en Costa Rica de hechos aislados, amenazas de bomba o de tiroteos han sido reiteradas y no sólo las universidades públicas, también el Ministerio Público, por ejemplo. ¿Cómo deberíamos analizar esta nueva realidad?

No debíamos pensar que se trata de una cuestión aislada o una coincidencia. Ya me habían dicho que habían hecho amenazas contra la UCR y el Tecnológico, en este caso como que le tocaba a la UNA, pero me parecía muy poco plausible pensar que estuviera desconectado de las actividades (conferencias) que se iban a realizar el miércoles y el jueves, que precisamente tratan de crear reflexión que permita enfrentar esos nuevos desafíos.

Esto que pasa en Costa Rica a mi modo de ver es una pieza más, o sea, es un episodio de una serie que se está implementando en muchos países del mundo. Detrás de esto creo que tenemos bastante información e indicios para ver cómo están presionando grupos de poder económico muy grandes que necesitan de este tipo de gestión de la política, que creo que está encaminado a una especie de desaparición misma de la política y que es una especie de fascismo transnacional implementado por grandes grupos de poder económico asociados a mafias y organizaciones criminales internacionales.

En el caso de El Salvador es evidente: cárteles mexicanos, los bitcoiner… el mundo de los bitcoiner está lleno de crimen. Pero hagamos una conexión con lo que pasa más arriba: Trump al tomar posesión tenía a todos estos multimillonarios de la tecnología ahí con él, algunos de ellos también son ideólogos como el dueño de PayPal (Peter Thiel), y toda esa idea de la ilustración oscura y del apocalipticismo que dice “esto ya no tiene remedio, la democracia va a morir, es más bien una tecnocracia y un dominio de los inteligentes”. No deberíamos ver a Costa Rica como que ahora está bajo asedio por un grupo interno de gente extraña que quiere introducir una especie de virus, pero que no se sabe de dónde viene.

Pero vuelvo al asunto de las amenazas. Creo que eso también es una ilustración todavía más fuerte de esa apuesta por la construcción de un discurso que a las personas les puede resultar atractivo: “Aquí ya debemos parar la discusión, debemos parar la reflexión y debemos solamente situar cuál es el enemigo y con éste solo queda aplicar la violencia”.

Hay que insistir en el hecho de que eso que tú le vas a entregar a un gobernante a cambio de que te dé seguridad, es precisamente lo que tú necesitarías después para que, si la cosa no funciona, puedas cambiar de gobernante. No es poca cosa. Y yo creo que precisamente está conectado con esta necesidad de crear tanto miedo en la población que olvide la importancia de eso. No es poca cosa.

Voy a contar algo que que a veces me da tristeza, pero es la verdad. Cuando Bukele llegó en el 2019, muchas organizaciones que ahora son críticas acérrimas en ese momento le estaban dando, imagínate, el beneficio de la duda. Cuando él empezó a hablar de suspender garantías y de aplicar la mano dura, incluso personas que habían luchado antes contra las manos duras de los otros partidos y de los otros gobiernos dijeron: “Ay, pero es que hay que comprender que la población realmente no comprende, para ellos es muy abstracto este asunto de la democracia”.

Ese tipo de razonamiento es gravísimo, es como si el pensamiento se detuviera, como si de repente dijéramos “ya no vamos a pensar, ahora vamos a ser sensibles a la realidad”, como si pensar fuera ser insensible a la realidad. Y lo digo porque a muchos de nosotros a veces nos dicen eso, “es que ustedes le dan demasiada vuelta”. Es un ataque al pensamiento. No es casualidad que sea un ataque a las universidades. Son ataques al pensamiento, porque el pensamiento es discurrir, el pensamiento es precisamente esto: Expresar, escuchar, responder.

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