A propósito de LUX, de Rosalía: ¡Qué pasada, mami!

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Pablo Deheza

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A veces, para un músico, la única manera de abordar el trabajo de otro artista es a través de la poética musical —a la manera de Stravinsky—, y hasta munido de guantes de nitrilo y pinzas, para evitar herir susceptibilidades. El prolegómeno no es casual. Mis allegados, muy a menudo, suelen sugerirme que escriba o exprese mis ideas de una manera más llana o entendible para la mayoría de mis eventuales interlocutores o lectores. Si esto fuese un estado de Facebook, yo diría: «es complicado». Para empezar, soy músico y tengo una cierta formación; además, tengo también sensibilidad y, para colmo de males, otro tanto de criterio. Así que, no. Me disculpan, pero no. Este paseo por el parque tiene sus exigencias (algo así como la obligatoriedad de portar bolsitas compostables a la hora de pasear a nuestros perrihijos por espacios públicos), así que vamos a cumplirlas. Andiamo.

Es cierto que Louis Armstrong dijo «solo hay dos maneras de resumir la música: o es buena o es mala. Si es buena no le das más vueltas, simplemente la disfrutas«, pero me temo que es una simplificación algo groserilla (sorry, Louis) para hablar sobre el álbum LUX de Rosalía —London Symphony Orchestra de por medio. Que conste que Armstrong también dijo «Si tienes que preguntar qué es el jazz, nunca lo sabrás«. Ergo: no solo se trata de sentir, sino también de saber y comprender. Veamos qué es lo que habría que saber para comprender —especialmente entre los no iniciados— el viaje de Rosalía desde el flamenco y los eventuales ‘quejíos’ de cante jondo1 de Los Ángeles (2017) al eclecticismo estilístico, idiomático y temático de LUX, pasando por El mal querer (2018) y Motomami (2022).

Para empezar, las piezas que componen el álbum LUX, de Rosalía, no son propiamente canciones, son rapsodias2sep, como esa que se mandaron los chicos de Queen en 1975—, rapsodias que involucran estructuras tanto del fado portugués como pinceladas de tarantela italiana, fragmentos new age en un formato discursivo trap tan ecléctico como difícil de definir rítmica y melódicamente, además de líricas pop, arias de tinte operístico (sin serlo realmente3), remates y melismas flamencos y pasajes tecno logrados desde la tímbrica orquestal experimental. Lo más sano, para mí, es señalarlas como tracks, y no como ‘canciones’, aunque germinalmente lo sean al estilo de la monodia profana medieval del descort, la tensó y el sirventés4. Si bien no puedo —ni debería— decir qué es LUX como conjunto, sí puedo decir lo que no es: pop barroco. El término ‘pop barroco’ surgió en los años 60 a raíz de la inclusión de elementos de música clásica en el pop y el rock de la época (patrones como melodías con contrapunto y funciones tonales que enfatizan el estilo dramático y melancólico en las canciones), siendo la canción Walk Away Renée de The Left Banke (1966) el punto de partida. Otras muy famosas del ‘género’ son Eleanor Rigby y Yesterday, de los Beatles, o She’s a Rainbow, de The Rolling Stones, entre muchas otras. Y es precisamente por ello que lo de Rosalía en LUX es tan ‘pop barroco’ como Ollantay una tragedia griega.

LUX: el álbum

A partir del LUX, a Rosalía la han acusado recientemente de ser la «profeta del pop», inclusive. ¿Será un título bien merecido? Quizá. Let’s see why this might be the case.

Analizando el LUX en sus partes principales, Reliquia es, básica y musicalmente, variaciones de música de cámara, un ostinato5 en modo pop (algo que desde Alegría6 y René Dupéré se había definido como pop orquestal) que deriva al new age mientras Rosalía hace referencia a sus años de formación artística —así como la de su propia personalidad—, pero fundamentalmente a Lucía de Siracusa, una mártir cristiana de origen siciliano, que padeció el martirio durante la persecución del emperador pagano Diocleciano en los primeros años del siglo IV. Lucía, quien dedicó su vida a Dios7 e hizo voto de castidad, acusada de profesar el cristianismo, luego de negarse a realizar sacrificios a los dioses paganos, fue condenada a un prostíbulo para ser violada y martirizada. Santa Lucía es la patrona de la vista. La relación entre Lucía y los ojos nace tanto de la cercanía etimológica del nombre griego Lucía con el término latino lux (por eso el álbum se denomina así), como de una leyenda que afirma que la belleza de los ojos de Lucía fue tormento para uno de sus pretendientes, por lo que ella se los arrancó y se los envió. Entender este pasaje es crucial: Lucía no hizo aquello por amor romántico, sino como prueba de su matrimonio con Dios, a quien ella se debía (de ahí el nombre del tema: Reliquia). Lleno de remordimiento e impresionado por el valor de Lucía, el pretendiente se convirtió al cristianismo. Una leyenda medieval decía que, cuando Lucía estaba en el tribunal, aun sin ojos, seguía viendo. Otra versión afirma que el procónsul Pascasio ordenó a sus soldados que le arrancaran los ojos a Lucía, pero luego de que lo hicieron, Dios le concedió unos nuevos ojos aún más hermosos que los que tenía antes.

Divinize es un trap melódico con arreglos cinemáticos y versos en catalán e inglés que, a diferencia de las interpretaciones que hace la mayoría sobre el tema, no versa sobre ninguna transformación personal con una supuesta y correspondiente búsqueda de lo divino, sino que habla de ella (de Rosalía, como mujer, en primera persona y, por extensión, de ‘la mujer’, de todas las mujeres), de su rol de género y de su no aceptación de la mácula divina del pecado original, tomando para sí el papel (la voz, podría decirse) de Maryam8, la Virgen María. La primera estrofa (en catalán) de Divinize lo explica diáfanamente:

Fruita roja i rodona
¿Qui l’endevina?
Obviament és la poma
Que està prohibida

I si només la mires
Et salvaries
Però sense mossegar
9

Para no hacer este artículo inacabable y en pro de ofrecerle al amable lector la oportunidad de resonar íntima y profundamente con LUX desde una perspectiva absolutamente personal, libre de valoraciones e interpretaciones de terceros (como las mías), ofreceré apenas una última apercepción sobre el hasta ahora más sonado y famoso de los temas del LUX: Berghain, una poderosa experiencia auditiva, marcada por una demostración vocal muy particular, por su carga emotiva, complejidad técnica y sonoridad orquestal puesto que esta es nada más y nada menos que una sinfonía de frecuencias.

Puntual: Berghain es un réquiem. Lo que la tradición católica conoce como Missa pro defunctis, una obra que se canta con el texto litúrgico de una misa de difuntos. Aquí Rosalía habla de la necesidad de redención que solo es posible entregándose a Dios. Una suerte de fatalismo litúrgico. De allí la necesidad de plasmar la idea mediante un réquiem: la muerte como trascendencia. Liberación. Catarsis. Una Cenicienta autorredimida. Una crítica a la soledad y el culto a la personalidad posmodernista: conciencia hecha sonido. Destaca brutalmente la voz robotizada, deshumanizada de Yves Tumor, repitiendo ante un muro de vacío emocional:

«I’ll fuck you till you love me»

Aprovecho para mencionar que lo de Rosalía en Berghain no es bel canto, ni técnica ni representacionalmente (la ópera —para decirlo sucintamente— es teatro cantado), y lo principal es que se caracteriza por una serie de principios vocálicos (legato, apogio, coloratura, etc.) y un particular modo de presión controlada de los músculos abdominales y del diafragma que permiten regular el flujo de aire hacia el pecho, la garganta, la cabeza y la boca, y hacia el exterior del cuerpo —of course— en forma de clásica voz lírica. Rosalía tiene una hermosa y versátil voz, tímbrica y aguda, educada. Con eso basta. Y enfatizo esto anticipando la mala leche de alguno que otro que intentará acusarla de no ser una soprano en toda regla o, inclusive, de apropiación cultural.

El fenómeno que nadie pidió, pero nos viene de perillas

¿Por qué, en medio de esta vorágine de mal gusto y acanallamiento de casi todas las estéticas —la de la música, especialmente— lo último de Rosalía (a diferencia de temas como Bizcochito, del álbum Motomami, por el que no sé si mandarle un cargo por trauma acústico o abuso emocional10) nos termina pareciendo refrescante y hasta esperanzador? Mencioné antes a Stravinsky. Resumiendo, a lo bestia, la propuesta de Rosalía respeta la tesis de la ‘importancia de la tradición’ (de Stravinsky), no como una reliquia del pasado, sino como una fuerza viva que da forma al presente, donde la creación musical supone un diálogo sincero con esa misma tradición. Consiguientemente, está la cuestión del hacer, del músico como ‘artesano’, el hacedor que reordena con humildad elementos musicales existentes, y no así como un genio que crea cosas de la nada al estilo del hechizo aguamenti en Harry Potter. De ahí el vínculo con la tradición. Curiosamente, si bien antes Rosalía ejecutaba rupturas narrativas y estilísticas entre el folclore andaluz y el más incisivo y melancólico rag urbano, LUX —en su síntesis sonora— cumple con los postulados de la tesis de la ‘libertad en los límites’ de Stravinsky, que sostiene que la libertad creativa se encuentra en la restricción, es decir, en trabajar dentro de un marco de reglas y obstáculos autoimpuestos. Ergo: a cuantas más limitaciones, mayor la libertad. El rock se hizo así: música con guitarras eléctricas, una batería y una voz. Y miren cuánto dio, da y seguirá dando. Finalmente, la ‘función’ de la obra: la creación de un lazo —un link, decimos hoy en día— entre el creador, la obra y el oyente; algo que trasciende lo meramente individual. No por nada Rosalía ha dicho en Popcast, el podcast del New York Times: «Sí, le estoy pidiendo mucho a mi público pero es que mientras más estamos en la era de la dopamina, más quiero lo opuesto», haciendo referencia a esa ‘conexión’, a contraruta de una industria, medios y plataformas que privilegian canciones producidas para entregar dosis rápidas de satisfacción dopaminérgica y donde la música hace bastante que ha dejado de ser arte para volverse una mera estrategia de permanencia.

Desde las perspectivas del ‘hacer’ y del mercado, me animo a decir que Rosalía ha creado algo nuevo y valioso en tiempos de mediocridad, una especie de manifiesto sonoro contracultural en la era de la inteligencia artificial (donde, además, la inteligencia natural brilla por su ausencia). Confieso que me encanta el que un artista contemporáneo vuelva a tensar de esa manera los límites entre el arte y la industria, algo no visto desde que Bob Dylan lanzó Like a Rolling Stone en 196511. «En una época dominada por la inmediatez, la hiperconectividad y la información fragmentada, resulta casi subversivo que una artista de alcance global como Rosalía decida publicar un disco físico de dieciocho temas que se articulan en cuatro movimientos, como las composiciones clásicas», a decir de Gala Décima Kozameh, comunicadora digital y periodista rosarina. Lo más importante, empero, es que Rosalía nos ha devuelto, le ha devuelto a su público global de centennials y millennials, un espacio de aire fresco no envasado, de aliento a humanidad y bromhidrosis12, de vibraciones de madera y cuerdas, de corales mixtas, de poesía y palabras pronunciadas en léxicos tan distintos como hermosos, así como un espíritu analógico que automáticamente y por principio rechaza el algoritmo. Música con aura. Humana. Real.

¿Alguien habría escuchado un disco así si no hubiese sido lanzado por una artista global como Rosalía? Probablemente no. Como decimos los bolivianos: «el diablo no sabe para quién trabaja».

Amén.

Referencias

  1. El cante jondo es una forma vocal del flamenco, originaria de Andalucía, que se caracteriza por su carácter dramático y profundo, expresando sentimientos intensos como el lamento, la tristeza y el dolor.
  2. Una rapsodia es una composición musical de forma libre, instrumental y de carácter emotivo, basada en fragmentos de melodías populares o de otras obras. El término proviene del griego y significa literalmente «canción ensamblada» o «canción encadenada».
  3. Son más bien aproximaciones al oratorio (El Mesías, de Händel, por ejemplo), la cantata (recomiendo: Corazón y boca y acto y vida, de Johann Sebastian Bach, que incluye el coral Jesús, alegría de los hombres), el motete (prueben con el Ave verum corpus, de Mozart… es cortito), que comparten características de la música vocal clásica —aunque varían en su formato y propósito— con otros géneros cercanos como el Singspiel alemán (La flauta mágica, de Mozart).
  4. El descort presenta un tono sombrío y discordante, a menudo con estrofas no uniformes, escritas incluso en lenguas distintas. La tensó introduce un debate poético entre dos trovadores, o entre un trovador y un juglar, quienes discuten sobre temas amorosos o filosóficos, defendiendo posturas opuestas en un tono argumentativo y agudo. El sirventés tiene un carácter satírico o moral, frecuentemente político o social. Era utilizado por el trovador para criticar o atacar a sus enemigos, o para expresar opiniones sobre temas controvertidos.
  5. Un ostinato es una figura musical (rítmica, melódica o armónica) que se repite de forma insistente y constante durante una pieza.
  6. Canción de la obra neocircense homónima del Cirque Du Soleil (amo la versión original, con la voz de Francesca Gagnon).
  7. Me animo a aseverar que es por eso que el estribillo de Reliquia reza: «Pero mi corazón nunca ha sido mío, yo siempre lo doy».
  8. El nombre original, en arameo, de la madre de Jesucristo.
  9. Significa: «Fruta roja y redonda, ¿quién la adivina? Obviamente es la manzana, que está prohibida. Y si solo la miras, te salvarías… pero sin morderla».
  10. Lo confieso: no soy fan de Rosalía. Como vivo en el mismo planeta, obviamente escuché su trabajo. Escuché. Tiempo pasado. Cierre total de la esclusa y destrucción de la llave. Muy recientemente me inocularon hipodérmicamente Motomami y aún tengo resaca de bajos 808. La Rosalía de LUX es más mi onda, sin serlo necesariamente. Siento afinidad con su vena artística… y respeto. Valga la aclaración.
  11. Me refiero al probadísimo hecho de que Bob Dylan es un letrista excepcional —la protesta hecha carne, si quieren—, pero dista k-parsecs de ser siquiera un cantante pasable, a decir de David Bowie, quien describió el característico y chirriante trino de Dylan como «arena y pegamento». Es más, Mike Hogan de Vanity Fair dijo de Dylan: «En un buen día, suena como un bluesman fumando un cigarrillo tras otro celebrando su centenario. En un mal día, suena como una rana haciendo gárgaras con cristales rotos». Lo increíble es que medio planeta ama a Dylan y el siglo XX posiblemente se habría descarrilado sin él. No necesita ser un jilguero de prístina voz para ser y hacer arte.
  12. Es el aroma propio del cuerpo humano. Bromhidrosis, que es el término médico para el olor corporal. Este olor se produce cuando las bacterias naturales de la piel descomponen el sudor y las secreciones de las glándulas.

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