¿Hacia dónde va la transición política en Bolivia?

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Pablo Deheza

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Las elecciones autonómicas, también denominadas subnacionales, de 2025 no son una cita electoral más en el calendario boliviano. Según Carlos Saavedra, reconocido especialista en comunicación política, representan «la disputa del segundo tiempo del poder» en un contexto de altísimo interés: el fin de veinte años de hegemonía masista sin que emerja una contrahegemonía consolidada. En una entrevista exclusiva con Animal Político, de La Razón, Saavedra analiza cómo Bolivia ha entrado en una fase de dispersión política profunda, donde los proyectos nacionales han dado paso a personalismos regionales y el pragmatismo ha reemplazado las fronteras ideológicas.

«No hay solo un cambio de gobierno, sino un cambio de ciclo político», sostiene nuestro invitado al contextualizar la relevancia de estas elecciones autonómicas. El derrumbe de la lógica binaria que ordenó la política boliviana desde 2005 —ser masista o antimasista— ha dejado un vacío que ni el gobierno actual ni las oposiciones tradicionales parecen capaces de llenar con propuestas sólidas. Las subnacionales, en este escenario, funcionarán como un laboratorio que revelará las nuevas dinámicas del poder territorial y pondrá a prueba el horizonte del binomio presidencial encabezado por Rodrigo Paz y Hernán Lara.

Paz-Lara frente a las subnacionales​


En medio de esta dispersión generalizada, el gobierno enfrenta sus propias contradicciones internas. Para Saavedra, la dupla presidencial es fundamentalmente «un accidente del destino». «Ellos no tienen un proyecto político en conjunto, no han construido algo de largo plazo, sino que por situaciones muy particulares han terminado candidateando», explica. Cabe recordar que, inicialmente, el acompañante vicepresidencial de Rodrigo Paz era Sebastián Careaga, no Edmand Lara.

Con todo, la complementariedad que funcionó exitosamente en la campaña electoral podría no ser suficiente para gobernar. Edmand Lara representa la conexión con el mundo popular y encarna la figura del outsider renovador, mientras que Rodrigo Paz proyecta la imagen de un político mesurado con experiencia. «La combinación de ambos ha sido espectacular en lo electoral, pero no hacen parte de un solo proyecto político», sintetiza el analista.

Las señales de distanciamiento han sido evidentes, aunque la última semana ha mostrado una convivencia más institucional. La posesión del comandante de la policía y otros actos oficiales han exhibido cierta cordialidad. Sin embargo, Saavedra distingue entre la convivencia institucional obligada —»uno es presidente y otro vicepresidente, los dos con legitimidad del voto popular»— y la construcción de un proyecto político conjunto, algo que considera improbable.

El especialista identifica dos momentos críticos que definirán la relación del binomio. El primero, inmediato, es precisamente la configuración de candidaturas para las elecciones autonómicas. «Veo muy complejo que ellos puedan terminar de cerrar un acuerdo para presentar candidaturas conjuntas», afirma. La hipótesis de Saavedra es que cada uno irá con sus propias apuestas y aspiraciones territoriales, revelando públicamente la inexistencia de un proyecto común.

El segundo momento de tensión llegará después de las subnacionales. «No va a haber ninguna medida fuerte respecto a subvención a los combustibles y la economía antes de que concluyan las elecciones autonómicas», sostiene. La postergación de decisiones económicas difíciles hasta después de la cita electoral es, según el analista, una evidencia más de que ambos líderes están pensando en proyectos políticos diferenciados a mediano plazo. Las medidas económicas inevitables que deberán tomarse tras las subnacionales representarán otro test de fuego para una relación que parece destinada a la coexistencia más que a la colaboración estratégica.

El fin de las hegemonías​


«Estábamos muy acostumbrados a tener hegemonía y contrahegemonía. Yo creo que se ha acabado la hegemonía y que la contrahegemonía sigue dispersa», diagnostica Saavedra al describir el momento político boliviano. El especialista identifica el final de un ciclo que se caracterizó por la capacidad del MAS de articular pluralidades bajo un proyecto político común, nucleando lo indígena, lo sindical, las izquierdas tradicionales e incluso, en su fase pragmática, sectores conservadores.

La primera vuelta electoral dejó evidencias contundentes de este derrumbe. El MAS prácticamente desapareció del escenario nacional, con resultados muy por debajo de sus propias expectativas. No funcionó el liderazgo de Evo Morales, no prosperó la renovación con Andrónico Rodríguez, fracasó la apuesta de un MAS sin Evo que impulsó Luis Arce, y tampoco la candidatura de Eduardo del Castillo logró capitalizar el respaldo del mundo popular.

En este nuevo escenario, Saavedra identifica al menos cuatro campos políticos diferenciados. En el mundo popular, sobreviven dos expresiones: el evismo, que busca nuclear las organizaciones sociales del campo popular, y lo que él denomina el «arcismo» o «neopopular». Por otro lado, existe un espectro que va desde el centro hasta expresiones de derecha conservadora, donde se sitúa gran parte de la oposición tradicional y el gobierno actual. Finalmente, aparecen de forma aislada algunas candidaturas que intentan personificar las corrientes libertarias o incluso que aspiran a lo antisistémico.

Lo que caracteriza este momento, según el analista, es la ausencia de proyectos políticos cohesionados y el predominio de lo que denomina «hiperpersonalización de la política». Las fronteras ideológicas se han disipado y han dado paso a un pragmatismo extremo donde candidatos históricamente identificados con determinadas corrientes saltan de sigla en sigla según las oportunidades. El caso emblemático es Roxana Pérez del Castillo, vinculada al MAS y posteriormente al evismo, que ahora candidatea a la Alcaldía de La Paz por Acción Democrática Nacionalista (ADN), la organización partidaria del banzerismo. «Es una contradicción absoluta, pero refleja el momento que vivimos», observa Saavedra.

Esta dispersión no es temporal ni coyuntural. «Pueden pasar estos cinco años, pueden pasar otros cinco hasta que se termine de redibujar el escenario», proyecta el especialista. «No estamos ante un momento constituyente de un nuevo ciclo político, sino ante un momento de transición y de cierre de una gran etapa». La década que viene, anticipa, estará marcada por liderazgos personales fuertes en regiones específicas, pero sin la capacidad de construir estructuras nacionales sólidas o proyectos hegemónicos.

Desafíos y profundidad de la crisis​


Pero más allá de la coyuntura electoral, Saavedra plantea una reflexión de fondo sobre la profundidad de la crisis política boliviana. Su diagnóstico es severo: ni el MAS ni las oposiciones han construido propuestas sólidas sobre cómo debe funcionar el Estado boliviano.

Para comprender el momento actual, el especialista recurre a la pregunta fundamental: «¿Por qué hay hegemonía y por qué hay dispersión? Hay hegemonía cuando hay proyecto político, sentido común hegemónico construido, que al final termina nucleando las distintas pluralidades que hacen a una sociedad, más aún a una sociedad boliviana».

En ese sentido, reconoce el logro histórico del MAS. «La gran virtud política que tuvo el MAS fue la capacidad justamente de construir esa hegemonía, logrando articular pluralidades bajo una idea política. Logró unir al menos partidariamente lo indígena, lo sindical, las izquierdas más tradicionales, ciertos movimientos urbanos e incluso representantes de los sectores más conservadores del país terminaron uniéndose. Porque había un proyecto, una idea».

Saavedra matiza este reconocimiento señalando las limitaciones del proyecto masista. «Sin embargo, no terminó de aterrizar de manera material totalmente en el Estado. Pero sí ha tenido un valor que yo creo que es fundamental en política, que es el tema de lograr instaurar un orden simbólico muy poderoso, un orden discursivo, que te plantea el tema de la inclusión, que te plantea el tema de la construcción de un Estado plural, que rompa un poco los esquemas republicanos».

Aquí está, según el analista, el núcleo de la crisis actual. El orden simbólico fue poderoso, pero la construcción estatal concreta quedó inconclusa. Las oposiciones, por su parte, tampoco ofrecieron alternativas durante dos décadas. Y el gobierno está en disyuntiva de plantear ideas claras al respecto o no.

La advertencia central de Saavedra es contra la tentación del borrón y cuenta nueva. «Creo que una de las grandes tareas que hay en la política nacional es lograr entender cómo viene este momento de post-masismo, que no necesariamente, y no desde mi punto de vista, tiene que ser la destrucción del Estado plurinacional. Ese sería un error grande, un error fuerte, en el sentido que sería nadar contra la corriente de la historia».

El especialista es enfático al señalar que «hay que criticar todas las cosas desastrosas y malas que ha hecho el MAS en temas de administración del poder, de autoritarismo, de corrupción, de prebendalismo». Pero luego agrega que «también hay que entender los grandes mojones históricos que ha terminado plantando, que tienen que ver con la inclusión social, política, indígena, campesina, que yo creo que no tienen retorno. Intentar borrar eso sería no entender el curso de la historia».

Para ilustrar su punto, Saavedra recurre a la historia reciente. «No se puede entender la construcción del Estado plurinacional o la hegemonía del MAS si no se tiene una referencia inmediata en la Revolución de 1952. Entonces cada ciclo va dejando sus herencias y los gobernantes que quieran construir hegemonía tienen que entender cuál es la corriente histórica que está marcada».

El laboratorio de las subnacionales​


Si algo caracteriza a estas elecciones autonómicas es que cada departamento presenta dinámicas particulares que responden más a lógicas regionales que a líneas nacionales. Saavedra ofrece un recorrido por los escenarios clave del eje central del país, donde se revelan las nuevas configuraciones del poder territorial.

En La Paz, el especialista diferencia tres espacios fundamentales de análisis. El departamental ha sido históricamente representado por figuras vinculadas al mundo indígena aimara como Félix Patzi, Santos Quispe o César Cocarico. Sin embargo, en esta elección podrían entrar en disputa otros actores. Luis Revilla, figura hegemónica del Movimiento Sin Miedo convertido en Sol.Bo, podría buscar la gobernación si su situación jurídica lo permite.

En el municipio de La Paz, la gestión de Iván Arias goza de «niveles de popularidad bajísimos» y el analista ve pocas posibilidades de que reproduzca poder. Las figuras que aparecen en el horizonte son César Dockweiler, que intenta mostrar distancia del MAS del cual proviene, y eventualmente el propio Revilla. «No veo candidaturas hegemónicas en ninguno de los casos», resume.

Un caso especial merece El Alto, territorio que Saavedra considera «geopolíticamente decisivo en el andamiaje institucional y político del país». Aquí, Edmand Lara ha puesto fichas fuertes con Gabriel Mamani, un tiktoker que ha sido «uno de los interpeladores más duros de Eva Copa» y que tiene «una llegada bastante fuerte» a la gente, particularmente los jóvenes. Es una de las apuestas centrales del vicepresidente y un ejemplo del nuevo tipo de liderazgo que emerge: figuras con presencia en redes sociales, capacidad de interpelación mediática y conexión con sectores populares urbanos.

Santa Cruz presenta un escenario particularmente interesante. El camachismo intentará revalidar su poder departamental, pero enfrenta un momento muy distinto al de su ascenso. «La diferencia que yo veo ahora es que dentro del campo conservador cruceño le están interpelando y están decididos a disputarle el poder a Camacho», explica Saavedra. Figuras como Juan Pablo Velasco expresan abiertamente su aspiración a la gobernación, y se especula con una posible candidatura de Guido Nayar apoyado por sectores empresariales. «Ya no hay una especie de autocensura de estos sectores políticos que están decididos a ir a disputarle el liderazgo a Camacho», quien ya no tiene la fuerza hegemónica de un lustro atrás.

En el municipio cruceño hay una «pulsión fuerte de cambio». Saavedra identifica a Manuel Saavedra, Mamén, como un actor que ha construido un proyecto con fuerza, mientras Johnny Fernández busca reconstituirse ofreciendo bonos en plena campaña para captar los bolsones de votación que antes eran del MAS y ahora están «medio huérfanos».

Cochabamba tiene sus propias particularidades. El evismo buscará ganar alcaldías del trópico para mantener el control de lo que Saavedra llama la «aorta económica del país». «Bloquean el trópico y bloquean la economía», advierte. La ciudad de Cochabamba, sin embargo, ha sido históricamente difícil para el masismo y el evismo, que en su mejor momento la ganaron con Edwin Castellanos, pero no lograron mantenerla.

¿Fin de ciclo?​


Las elecciones autonómicas de 2025 serán, en ese sentido, algo más que una disputa territorial: serán la primera radiografía nítida del país que Bolivia está empezando a ser tras el derrumbe de su ciclo político más duradero en cuatro décadas desde la recuperación de la democracia. No solo medirán fuerzas regionales ni definirán gobernadores o alcaldes; revelarán si la dispersión dará paso a nuevos ordenamientos o si, por el contrario, se consolidará un período prolongado de fragmentación sin proyecto nacional.

El gobierno de Paz y Lara enfrentará ahí una prueba decisiva. Y el sistema político en su conjunto deberá mirar esas elecciones no como un trámite, sino como un espejo: lo que emerja de las urnas marcará los límites de la gobernabilidad, la profundidad del vacío hegemónico y la capacidad de los nuevos liderazgos territoriales para construir algo más que poderes dispersos.

Bolivia ingresa así en un tiempo de transición cuya duración y sentido aún están abiertos. Las subnacionales de 2025 serán cierre del primer capítulo electoral de esa historia en construcción. A partir de su resultado sabremos si el país inicia el lento camino hacia un nuevo orden político o si seguirá navegando en la incertidumbre que define este fin de ciclo hegemónico.

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